La privacidad a lo largo de la historia (I)
La vida privada de un ciudadano debe ser recinto amurallado.
Charles Maurice de Talleyrand
Hola
a todos. Hoy vengo a hablarles de un tema que está ahora mismo sufriendo un cambio histórico, debido al uso de las
TIC y nuestros hábitos: la privacidad. Si bien esta no deja de ser una
concepción relativamente moderna, podemos llegar a entender esta de diversas
maneras, y ver cómo ha evolucionado la misma a lo largo de la historia.
Reconstrucción de Ötzi. Imagen de National Geographic. |
Recuerdo
cuando en el año 1991 dos turistas
encontraron por casualidad el hallazgo arqueológico de la década: Ötzi,
el hombre de
Hauslabjoch. Ötzi, así llamado por haber sido
encontrado en los Alpes de Ötztal, en la frontera austro-italiana, es la momia
de un europeo fallecido aproximadamente en el 3.255 a.C., en la edad del cobre.
La conservación, lograda por el frío extremo de la montaña, ha permitido
conservar en muy buen estado el cuerpo y sus enseres, dándonos muchos datos de la vida diaria de nuestros antepasados.
Junto con otros restos
arqueológicos de la época, se ha podido averiguar mucho sobre los hábitos de los habitantes de la zona en
aquellos tiempos: su
alimentación típica, sus hábitos de trashumancia, el tipo de ropa que vestían
(rudimentaria pero muy eficaz en ese clima), el tipo de armas que usaban, el
uso de tatuajes (posiblemente con propósitos médico-mágicos) y diversos enseres
del día a día.
Viendo el tipo de restos
hallados junto a Ötzi se ha llegado a averiguar mucho de su vida, aunque en
algunos casos se trata de meras posibilidades más probables y no de certezas. En
resumen, que tras 5.000 años, hemos conseguido averiguar mucho de una época y un
hombre que no dejó nada escrito. Entre otras cosas, su línea genética, que hoy
se extiende por Córcega y Cerdeña.
Más de 3.000 años después,
una catástrofe natural nos permitió de nuevo ahondar en la intimidad, en este
caso, de una ciudad entera. Pompeya, arrasada en el 79 d.C. por la erupción del
Vesubio, sorprendió a la ciudad, impidiendo a muchos de sus
habitantes la huida. Durante el reinado de Carlos III, primero rey de Nápoles y
luego de España, se encontraron las ruinas de la ciudad por el aragonés Roque Joaquín de Alcubierre.
Dejando aparte el hecho de que sea casi inexplicable que este
nombre no se conozca tanto como el de Howard Carter o el de Schliemann, sacando
a la luz un testimonio único sobre la actividad cotidiana de una ciudad romana.
Tal es la riqueza del yacimiento que a
día de hoy, más de 250 años después del hallazgo, continúan los trabajos
arqueológicos intentando dilucidar como vivían los habitantes normales y corrientes de Pompeya, e incluso, los libros
que leían las clases altas, gracias a la cercana villa de los papiros.
Fueron
pasando los siglos, y el concepto de privacidad, de diferenciación entre
aquello sujeto a participación pública y aquello que se quedaba en el ámbito
estrictamente doméstico, fue variando, aunque durante mucho tiempo esta no existió en la práctica. Valga la costumbre, en el caso de las testas coronadas, de
consumar el matrimonio delante de una pléyade de nobles y eclesiásticos que
servían como testigos de que la unión carnal se había producido, por ejemplo. En el
magnífico libro Guillermo el Mariscal, de
George Duby, se puede apreciar como durante las últimas
horas de vida Guillermo no está nunca sólo; es más, su muerte constituye un evento público, al ser una de las
grandes figuras del reino.
Y es que en aquella época,
donde la mayor parte de la gente vivía en pequeñas comunidades donde todos se
conocían, el concepto de intimidad no podía ser más que precario.
Algo tan cotidiano hoy día como la lectura
en silencio no se implanta fuera de los monasterios hasta
el siglo XV (coincidiendo con la invención de la imprenta, aunque tal vez no
sea correcto usar aquí el verbo coincidir), y el acto de leer era un hecho
totalmente público. Según se dice (aunque tal vez sea una leyenda), San
Ambrosio en el siglo IV leía, a solas, en silencio, llamando poderosamente la
atención de sus coetáneos; y es que el
hecho de que no se supiera lo que estabas leyendo podía convertirte en
sospechoso de leer libros prohibidos.
Consumación del matrimonio ante cortesanos y sacerdotes. Imagen de Medievalist.net |
Avanzando
en el tiempo, no puedo si no confesar que siempre me ha hecho gracia que se
hable de modales versallescos, cuando aquello
debía apestar a cloaca, ya que se consideraba el baño como
malo para la salud, y era común realizar las necesidades en cualquier rincón
del mismo, a la vista de todos. Cuando
Luis XIV decretó que las heces debían limpiarse de palacio una vez por semana,
debemos hacernos una idea de la pocilga que era su residencia, por muy rey Sol
que fuese. Es preciso reconocer que la idea de Patrick Süskind de situar en
aquella época su novela El perfume es totalmente adecuada, ya
que para intentar tapar aquellos miasmas, los que se lo podían permitir
recurrían a las más elaboradas esencias.
Es a partir del siglo XIX
cuando nace el concepto de privacidad más reciente: la concentración de la
población en grandes ciudades a partir de la revolución industrial hace que el
anonimato aumente considerablemente, puesto que ya no es posible conocer,
aunque sea de vista, a todos los habitantes. En paralelo, los
avances en higiene y salubridad (en los que las políticas de salud pública a
raíz de esa concentración humana tienen mucho que decir) hacen que las
necesidades fisiológicas se realicen en privado, así como los más frecuentes
baños.
A
modo de curiosidad al respecto, durante la exposición realizada en 1851 en
Londres en el Palacio
de Cristal de Hyde Park, una de las cosas más revolucionarias fue
la instalación
de inodoros de uso público (a penique el uso, dando lugar a la
expresión “gastar un penique” como eufemismo). Dentro del hogar, donde la intimidad era también bastante quimérica,
poco a poco se fue logrando que cada miembro de la familia dispusiera de cierta
parte de espacio propio.
Y
es buen momento para detenernos por hoy; en la siguiente entrada al respecto veremos la situación actual de la
privacidad, que el mundo de las TIC ha cambiado radicalmente, y les daré
algunos consejos para mimarla un poco… que se lo estamos poniendo asquerósamente
fácil a los ciberespías.
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