Las mujeres que hicieron nacer la informática

No podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos
 Betty Jennings y Frances Bilas manipulando el ENIAC (Wikimedia)

En la Inglaterra del siglo XIX era un ritual entre las familias ilustres presentar en la corte a las jóvenes; a partir de ese momento podían ser invitadas a las fiestas distinguidas y aspirar a un marido de alta cuna. A estos actos protocolarios se sometió en mayo de 1833 una muchacha de 18 años que no se vio realmente impresionada por la presencia del monarca y su esposa en la recepción, sino por un excéntrico caballero de 44 años que conoció unas semanas más tarde. 

Este caballero fue el autor, unos 30 años más tarde, de un opúsculo titulado Observaciones sobre las molestias callejeras donde habla de 165 "molestias" que sufre durante el transcurso de 80 días, pero por aquellos años trabajaba en un dispositivo que invitó a ver a la joven -y a su madre, por supuesto- en su propia casa de Dorset Street en Londres. La visita fue descrita así:
Mientras las otras visitas se limitaban a observar el funcionamiento de la preciosa máquina con la misma expresión con la que se cuenta que ciertos salvajes contemplaron un espejo y oyeron un disparo por primera vez [...] la señorita Byron, pese a su juventud, entendió como funcionaba y admiró la belleza del invento.
La joven, claro, no era otra que Ada Byron (posteriormente Ada Lovelace), fascinante mujer de la que ya hemos hablado en otras ocasiones, incluyendo su "lado oscuro". El excéntrico -y gruñón- caballero era Charles Babbage y el dispositivo era lo que existía en aquel momento de la máquina diferencial, antepasado remoto de nuestros ordenadores, y en cuyo desarrollo colaboraron ambos durante los años siguientes, aunque sólo en los últimos años Ada ha recibido el reconocimiento que merece su labor.

Posiblemente el caso de Ada Lovelace sea el más famoso, pero no el único, en el que las contribuciones de una mujer a una disciplina considerada mayoritariamente como propia de varones -como casi todos los temas técnicos, en el fondo- caen en un injusto olvido. De hecho, Ada Lovelace publicó sus notas en 1843 firmadas sólo con sus siglas, A.A.L., ya que en la sociedad de la época su dedicación a estas tareas hubiera supuesto un escándalo del calibre de los que protagonizó su padre. Aunque Babbage siempre apreció su trabajo, durante mucho tiempo se le atribuyó a Ada el papel de mera transcriptora de las notas del mismo.
PADUA, SIDNEY (2015): The Thrilling Adventures of Lovelace and Babbage; Pantheon Graphic Novels, Nueva York (EEUU)

Pese a la presencia de Ada Lovelace en la primera línea de la historia de la informática, las figuras femeninas han sido prácticamente expulsadas de la narración en torno a su desarrollo. Tanto es así que incluso en entornos académicos o de alta exigencia persisten los prejuicios en torno a las capacidades femeninas en la materia. 

Aunque yo mismo tengo ejemplos cercanos al respecto, puede que uno de los casos más conocidos sea el revuelo que se generó en el verano de 2017 en Google, cuando un ingeniero de Google, James Damore, distribuyó un memorándum acerca de las políticas de diversidad de la compañía, explicando la brecha digital de género por diferencias biológicas. Este documento viralizó y acabó generando el despido de Damore por violación del código de conducta.

El argumento de Damore se resumía en que las mujeres están menos interesadas en las disciplinas técnicas que los hombres, y en lo estadístico es irrebatible la disparidad. Solo un 7% de chicas de 15 años quiere estudiar carreras técnicas, tanto en España como en los países de nuestro entorno. Y pese a que ellas son mayoría en la universidad, el 80% de ingenieros somos varones. En mi primer año de carrera -ingeniería de telecomunicación- la presencia femenina era de apenas un 8% de los matriculados.

Es posible que no sea fácil acotar las causas de esta diferencia en el interés por este tipo de estudios entre las mujeres. Sin duda la ausencia de referentes históricos contribuye a ello, ya que se asocia siempre a las grandes figuras científicas y técnicas con el sexo masculino. Si preguntásemos en la calle por nombres relacionados con la informática seguramente se repetirían Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zuckerberg, puede que se mencionase a Steve WozniakRichard Stallman o incluso a Vinton Cerf, pero difícilmente alguien citaría a Ada Lovelace, Grace Hopper, Katherine Johnson o Margaret Hamilton.

Sin embargo, como ya hemos visto, Ada Lovelace fue una figura fundamental en la prehistoria de lo que hoy día llamamos informática. Por su parte, Grace Hopper (apodada Amazing Grace) participó en el desarrollo de un lenguaje de programación clave hace unas décadas, el COBOL -tal vez desconocido para el gran público, pero aún en uso en muchos entornos-, y fue uno de los programadores del Harvard Mark I, primer ordenador electromecánico. Aunque siempre dijo que el mérito no era suyo, también fue quien hizo que los errores de software sean conocidos como bugs. Al menos ella vio en vida numerosos reconocimientos.
Doodle del 9 de diciembre de 2013, por el 107 aniversario de Grace Hopper (Google)
Tal vez podamos considerar las figuras de Ada Lovelace y Grace Hopper como rarezas (en el mismo sentido en que podríamos considerarlo de Babbage o Alan Turing), pero es preciso recordar también que, en los albores de la revolución informática, el «trabajo sucio» lo realizaban mujeres: hasta el desarrollo de las computadoras electrónicas la informática solía ser un trabajo humano; las computadoras eran humanos que computaban, y, mayoritariamente, eran mujeres. 

Una de las tareas clave era el descifrado de códigos, como por ejemplo dentro del proyecto ULTRA en Bletchley Park. La máquina diseñada por Turing descifraba el código diario de Enigma y el equivalente numérico a una división militar (la mayor parte mujeres) descifraba con el mismo, a su vez, los mensajes interceptados al ejército alemán. 

En tareas similares en los EEUU se emplearon las Top Secret Rosies, seis de las cuales, como evolución natural de las tareas de cálculo, fueron las primeras programadoras del mítico ENIAC. En criptoanálisis destacó también la pionera Elizebeth Friedman, quien trabajó en estas tareas durante ambas guerras mundiales. En el periodo de entreguerras contribuyó a la detención de mafiosos y espías nazis descifrando sus códigos.

Poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial comenzaba la Guerra Fría, apareció otro reto que precisaba una alta capacidad de computación: la carrera espacial. Tal vez quienes hayan visto la película Figuras Ocultas (teniendo en cuenta el juego de palabras en la palabra inglesa figure: figura o cifra) estén más familiarizados con las "computadoras humanas", un pequeño ejército de mujeres destinadas a realizar estos cálculos

Entre las mujeres implicadas en este tipo de tareas pueden recordarse nombres como el de Katherine Johnson -con el doble reto de ser mujer y de raza negra-, que hizo los cálculos de los primeros vuelos tripulados de los EEUU y sobre la trayectoria del Apolo 11 que significó la primera llegada del ser humano a la Luna.

Además, hay que sumar al menos otro nombre femenino a los cálculos y sistemas que permitieron pisar nuestro satélite, el de Margaret Hamilton, ya que fue la responsable de diseñar el software de a bordo de los programas espaciales Apolo y Skylab. De hecho, es la madre de la ingeniería del software, disciplina que otorga la carta de madurez a la informática. 
Margaret Hamilton junto a la copia impresa del software de navegación de a bordo del Apolo (Fuente)
Podríamos citar más ejemplos: Hedy Lamarr y su técnica de salto en frecuencia (si bien este logro está más asociado a las telecomunicaciones); Jude Milhon, hacker y autora de libros que dieron lugar al cyberpunk; Frances Allen, primera mujer en recibir el premio Turing (el Nobel de la informática); Barbara Liskov, primera mujer en conseguir un doctorado en computación y también ganadora del premio Turing, Evelyn Berezin, creadora del primer sistema de reservas de billetes de líneas aéreas y madre de los procesadores de texto; etc.

A la vista de los datos, puede afirmarse que la presencia de las mujeres en este campo ha sido muy relevante; de hecho, pese a la imagen generalizada de haber sido siempre un sector restringido a varones, a mediados de los 80, en Norteamérica, el porcentaje de mujeres que obtenían un título de grado en cualquier rama de la informática estaba próxima al 40%. Sin embargo, la asociación Taulbee indica en su informe de 2017 que este porcentaje está en torno al 19,2%.

¿Cómo es posible este cambio, y que el sector TIC esté tan masculinizado si realmente ha habido muchas mujeres ligadas a su desarrollo? Hay bastantes análisis al respecto, así como iniciativas para reducir -al medio y largo plazo- esa brecha digital de género. Desde luego, no contribuye a ello la publicidad de ordenadores "para mujeres" que lo son por tener "colores bonitos", o poner en entredicho sus habilidades de manera sistemática, como ha sido el caso de Lyndsey Scott.
Fuente
Una de las causas se encuentra en el enraizado concepto de que las mujeres están, estadísticamente, menos capacitadas para temas científicos y matemáticos; sin embargo, existen estudios que apuntan a que se trata de una diferencia cultural y no biológica. Por otra parte, algunos análisis atribuyen también esta diferencia, en el campo de la informática, a la imagen de "empollón asocial" que sólo interactúa con máquinas, a la que contribuyen en buena medida comics, películas, series, etc., y que parece afectar más en su elección de carrera profesional a las estudiantes que a sus homólogos masculinos. 

Pero como dijo Dijkstra«La ciencia de la computación no trata sobre las computadoras más de lo que la astronomía trata sobre los telescopios»; algunas propuestas para intentar incrementar el atractivo de estos estudios entre las estudiantes pasan por dar visibilidad a los aspectos lógicos y matemáticos de la disciplina, así como a la orientación a la capacidad de resolución de problemas a través de la computación: médicos, sociales, etc. En palabras de Frances Allen:
Las mujeres volverán a interesarse por la Ciencia de la Computación cuando esta sea esencialmente relevante para la sociedad.
Por otra parte, según indica la periodista Emily Chang en su libro Brotopia, en Silicon Valley se ha establecido una cultura laboral que resulta hostil para las mujeresA.T. Wynn y S.J. Correll, dos sociólogos de Stanford, refuerzan esta tesis afirmando que, de manera consciente o inconsciente, los procesos de reclutamiento se han constituido de forma que resulten poco atrayentes para las mujeres. Lamentablemente, en el entorno académico también se suceden las acusaciones de sexismo.

Aunque, por suerte, parece que las cosas empiezan a cambiar, aunque sea lentamente. Si bien ha costado mucho que grandes corporaciones tecnológicas comenzasen a estudiar y corregir el problema, empiezan a verse esfuerzos para afrontarlo. Aunque, desde luego, las noticias más recientes al respecto han sido sorprendentes, al apuntar a la necesidad de corregir sueldos en sentido contrario al que podríamos esperar.

Sea cual sea la causa -o concatenación de las mismas- es responsabilidad de todos intentar subsanar los errores que se hayan cometido al respecto. Si en el futuro, con el terreno de juego nivelado, continúa existiendo una minoría de mujeres en éstas áreas, entonces se confirmará que es una tendencia natural. De momento, al menos parece de justicia reconocer el mérito de las pioneras e intentar que sirvan como referencia. 

Bibliografía:
ESSINGER, ALBA (2014): El algoritmo de Ada; Barcelona, Alba Editorial.
VARDI, MOSHE Y. (2018): How We Lost the Women in Computing. Communications of the ACM (Web)

Algunos libros relacionados:
HOWARD, KERRY (2015): Women Codebreakers at Bletchley Park. Edición electrónica.
MUNDI, LIZA (2017): Code Girls. Nueva York, Hachette Books
FAGONE, JASON (2018): The woman who smashed codes, Nueva York, Harper Collins. 

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