Reseña de la Conferencia Historia Económica en la época Virreinal por el Dr. Jiménez Castillo

El pasado 31 de octubre el Doctor Juan Jiménez Castillo impartió a alumnos de 1º de Marketing y ADE la conferencia Historia Económica en la época Virreinal en la sede madrileña de ESERP Business School.

La verdad es que fue un gusto escucharle y, por lo que vi, los alumnos creo que opinaron lo mismo. Es una maravilla disfrutar de un experto en una clase magistral que preparó con mimo. Claro, juntas conocimiento con dedicación y te sale una gran conferencia

Alguien nos preguntó por Facebook si la ponencia fue grabada, cosa que habría sido una maravilla pero que no ocurrió. Por eso me animé a pedirle al Dr. Jiménez Castillo que hiciera él mismo un resumen de la misma. 

Esto pasa como con los buenos grupos de música, que en estudio carecen de la frescura de un poderoso directo, pero espero que sirva de consuelo a aquellos que les habría gustado acudir

Sin más os dejo con su resumen del propio Juan Jiménez Castillo:


En 1776, Adam Smith manifestó en su obra La riqueza de las naciones -considerado el primer libro de economía moderna- que el descubrimiento de América supuso el mayor acontecimiento ocurrido en la historia de la humanidad tras el nacimiento y muerte de Cristo. El pensador escocés identificó este suceso a que el hallazgo de estas nuevas tierras permitió expandir el comercio más allá de las rutas europeas conocidas.

Desde el siglo V -caída del Imperio Romano-, hasta finales del XV -momento en que se produce esta dispersión de la riqueza-, Europa se había encerrado en sí misma, lo que produjo un desvanecimiento de los intercambios económicos hasta tal punto de clausurar todo tipo de trueque que llevara consigo algún beneficio o reciprocidad económica. La consecuencia fue la pérdida de las antiguas vías romanas, burgos, etc., así como todo tipo de actividad fluctuante y oficios derivada del comercio, como comerciantes y banqueros. 

Esto provocó el abandono de la utilización de técnicas mercantiles como la letra de cambio, así como una pérdida de vida comercial en los diferentes puertos que contorneaban las costas del antiguo Mare Nostrum. En paralelo crecieron los bosques que ocuparon las antiguas tierras de cultivo, la pérdida de técnicas de roturación y elaboración de la tierra, lo cual provocó una disminución de la  población y ciudades que se redujeron hasta el límite de las antiguas murallas romanas. Este escenario ha permitido denominar a los historiadores de la Edad Media a esta época como la «Europa de los campanarios».

La vida social, política y económica del conjunto de los reinos europeos quedó sometida a la espiritualidad de las doctrinas de mártires, místicos y profetas. La idea cristiana según la cual la propiedad es un robo y el comercio es su instrumento, permitió que Europa quedase prácticamente aislada. No fue hasta el Renacimiento del siglo XII, cuando los burgos comenzaron a florecer, las rutas comerciales volvieron a tomar un protagonismo cada vez más desarrollado, lo que permitió a los reinos tomar contacto con la ruta de las especias que asentó Marco Polo a través de la antigua ruta de la seda.

El descubrimiento de América fue la consecuencia lógica de la expansión de la Corona de Castilla hacia el Atlántico una vez finalizada la Reconquista con la toma de Granada el 2 de enero de 1492 por los Reyes Católicos. La navegación por el Atlántico tuvo como fin alcanzar las rutas comerciales asiáticas navegando hacia el oeste. La ocupación otomana de Constantinopla en 1453, cortocircuitó la comercialización de venecianos y genoveses hacia el este, que durante siglos nutrió a los reinos cristianos de especias, tejidos y metales preciosos procedentes de Asia.

La expansión portuguesa hacia el sur contorneando el continente africano, permitió consolidar una ruta comercial alternativa que desplegó la llegada de Vasco de Gama a la India -Calicut- en 1498. En paralelo, Cristóbal Colón tomó posesión de nuevas tierras más allá de las antiguas Columnas de Hércules, en lo que parecían ser las pretéritas tierras del Cipango y Catay que tanto ansió el Almirante. 

Sin embargo, las numerosas navegaciones por el sur del Nuevo Mundo, así como el descubrimiento en 1513 del paso de Panamá y del Mar del Sur -océano Pacífico-, permitió reconocer la realidad de un nuevo continente al conocimiento del mundo, así como la incorporación de nuevos reinos a la Corona de Castilla. 

La conquista de México en 1519-1521 -al mismo tiempo que Magallanes y Elcano realizaban la vuelta al mundo-, y la derrota del imperio del Tahuantinsuyo en la capital incaica de Cuzco en 1536 a manos de los españoles, agregó todo un espacio territorial que el recién coronado emperador Carlos articuló como un reino universal. El establecimiento de dos virreinatos en el continente americano, el primero de ellos en Nueva España en 1535 y el segundo en Perú en 1542, eliminó de manera temporal la ausencia del monarca.

El Dr. Jiménez Castillo en un momento de su ponencia. 
Con una estructura política consolidada en cortes virreinales y tribunales de audiencias, la expansión comercial por parte de Castilla se realizó en el interior del continente, al tiempo que tuvo una repercusión inmediata al resto del mundo. La creación de la Casa de la Contratación (1503) y del Consejo de Indias (1524), permitió articular y gestionar desde Sevilla y Madrid los nuevos territorios. Tras la conquista, se produjo todo un asentamiento conforme a derecho.

La propagación castellana por las Indias siguió un esquema propio de una cultura que había heredado del derecho jurisconsulto romano, esto es, la fundación de ciudades facultó la vertebración administrativa, política, económica y religiosa del territorio. A su vez, la búsqueda de metales preciosos para financiar las guerras europeas que mantenía la Monarquía Católica determinó la formación de Caminos Reales. 

Numerosas poblaciones se erigieron alrededor de los centros mineros que vertebraron esta suerte de vías comerciales en el interior del continente, siguiendo rutas hacia el norte de Nueva España desde Ciudad de México, como por toda Centroamérica y el interior del Perú. En el virreinato peruano las rutas salían de las minas de azogue de Huancavelica, para llegar a la capital de Lima y continuar hacia Cuzco y Potosí. Desde ésta última, la plata se dispersaba por una vía legal, regresando a Lima y de allí por vía marítima al Caribe y finalmente hasta Sevilla, y una ilegal hacia el puerto de Buenos Aires, siendo esta última una de los principales ejes del contrabando.

Alrededor de estos centros mineros prosperaron cabildos, iglesias, universidades, hospitales, consulados de comercio, casas de monedas, etc., así como haciendas, encomiendas y corregimientos, que permitieron la explotación agrícola y ganadera por mano de obra indígena al mismo tiempo que su evangelización. La producción minera se consolidó como el principal motor del comercio, que a través de la Carrera de Indias por el Atlántico –Sevilla, Cádiz, Veracruz, Portobello, Panamá y Cartagena y vuelta a la Península-, y el Galeón de Manila por el Pacífico -Acapulco y Manila-, llegó a conectar todos los reinos hispanos, abasteciendo de metales preciosos -oro y plata- a los reinos europeos, con el fin de pagar las deudas de los productos importados de Asia. 

El real de ocho, moneda de gran valor metalífero, circuló como medio de intercambio aceptado hasta en la propia China, como se observa en los cuños de caligrafía china insertados sobre los rótulos de los monarcas hispanos.

La llegada masiva de metales preciosos americanos -masa monetaria- provocó el mayor proceso inflacionario en los reinos de Europa occidental, conocido como la «revolución de los precios» durante la segunda mitad del siglo XVI. A ello se suma toda una serie de bancarrotas ocurridas durante la dinastía de los Habsburgo, siguiendo el principio según el cual la mejor economía era la guerra, siendo la plata la que contribuyó a financiar el endeudamiento de la Corona. 

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La aplicación de una política económica no se concibió como una obligación imperiosa de las monarquías. Por ello, la economía solo fue el instrumento para la obtención de recursos para la guerra, sin tener en cuenta una política o gestión del ahorro, sin reducir el gasto a este fin, que no era otro que mantener o aumentar el patrimonio real

La gestión administrativa de los reinos de la Monarquía cambió a finales del siglo XVII tras la Paz de Westfalia(1648), cuando los intereses de la misma bascularon hacia las Indias. En estos momentos se produjo una disminución de la llegada de oro y plata a las arcas de la Casa de la Contratación, debido no solo a una disminución en la extracción de metales de las minas americanas, sino a la inversión en defensas militares y mejoramiento de las instalaciones mineras y económicas a lo largo y ancho de los territorios indianos.

La reconfiguración política y económica experimentada por la Monarquía a caballo entre la muerte de Carlos II, último de los Habsburgo, y la llegada del primer Borbón -Felipe V-, determinó la caída del poder y representación del virrey como tal, que pasó de ejercer como un criado del monarca a un oficial ordinario, con conocimientos en la administración y experiencia militar. Además, las Indias comenzaron a iniciar un proceso de explotación parecido a las colonias, como se observa en las reformas políticas aplicadas por los Borbones, basadas en el fomento de la industria y la manufactura.

Durante el siglo XVIII, la política mercantilista basada en el monopolio de la exportación con el fin de acumular en metálico, no solo provocó problemas en la balanza comercial de la Corona, sino que motivó toda una serie de reformas que tuvieron como eje principal la instauración de las intendencias para mejorar los ingresos de la Real Hacienda. A ello, se le unió toda una transformación jurisdiccional del territorio americano, con la creación de dos nuevos virreinatos en Nueva Granada (1717-1810) y el del Río de la Plata (1776-1814), con capital en Bogotá y Buenos Aires respectivamente.

En 1776 zarpó la última flota comercial con monopolio entre Sevilla y los puertos americanos, instaurándose durante la década de 1780 el libre comercio entre los puertos peninsulares y los indianos. Todas estas reformas produjeron la consolidación de una «economía política», esto es, una ciencia fundamentada en el análisis de las relaciones de producción, frente a la «economía doméstica» que había fundamentado los lazos políticos entre gobernantes y gobernados. 

Esta transformación en las relaciones comerciales permitió establecer una diferenciación entre lo público y lo privado, estableciendo una conciencia del individuo y del bien común -sociedad-. La justicia a partir de este momento, se amparó en la ley como balanza equitativa entre las relaciones humanas, y no la liberalidad del monarca. Todo ello, terminó en las revueltas liberales y, como tal, en los procesos de la guerra de las independencias de los territorios en Hispanoamérica.

Hasta aquí el resumen de la ponencia del Dr. Jiménez Castillo al que agradecemos enormemente el texto de enorme calidad que nos has proporcionado. Esperamos que sea de vuestro interés.

Saludos.

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