Numancia, ¿gloria española?

Hola a todos:

Los que sigan a La biblioteca de los locos en Instagram verán que subí el libro de Yuval Noah Harari: Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Sinceramente, no sé si fue allí o cuando lo compartí en mi Facebook cuando alguien me hizo el comentario de que el libro le había parecido «desasosegante». Ahora que lo llevo por la mitad, lo entiendo. Es un libro que, se puede estar de acuerdo o no, pero te hace pensar. Te voltea ideas preconcebidas, y eso me encanta, pero hay gente que eso le lleva al desasosiego.

Dejo para otro momento la crítica de la obra de Noah Harari (que pese a sus limitaciones, propias de un libro que pretende dar una visión completa de la humanidad, es un gran libro), para centrarme en unas breves páginas que me han llevado a reflexionar.

Lo que voy a comentar ahora lo sabemos todos los historiadores y me alegra que un libro de amplia difusión lo relate, porque me temo que no es algo que el no iniciado en la historia se aperciba. Noah Harari, que maneja la Historia de España con solvencia, nos lleva a Numancia. El cerco de Numancia (133 a. C.) ha sido ensalzado por el nacionalismo español como gloria nacional; y esto, como demuestra Noah Harari, no tiene ni pies ni cabeza. 

Los numantinos nunca lucharon con los romanos por la independencia de «España», que ni estaba soñada. Eran una alianza de pueblos que luchaban contra una invasión de otro pueblo pero, reitero, nunca por la unidad de España, de la península ibérica o como la quieran llamar. 

Ya Cervantes, en su tragedia El cerco de Numancia (1585), hizo de los numantinos símbolo de la valentía e independencia española, y el prólogo a la grandeza posterior de España. Dicha estela la siguieron muchos otros poetas y pintores que recrearon la grandiosa caída de los numantinos ante la «tiranía» romana. 

Los pintores del XIX (momento de la creación de los estados-nación) hicieron lo propio con sus lienzos, como se puede ver en la imagen. El yacimiento fue declarado Monumento Nacional en 1882, y lugar de peregrinación para los patriotas españoles que, con el tiempo, contaron con las tiras del Jabato desde los años sesenta del pasado siglo.

Alejo Vera Estaca, Numancia (1881). Fuente: Wikipedia.

Lo más gracioso de todo es que ensalzamos a Numancia frente a Roma cuando la España actual tiene casi todo que ver con el Imperio romano y absolutamente nada con los numantinos, de los que no nos queda ni rastro. Ensalzamos a Numancia hablando español/castellano, lengua que deriva del latín. Las tragedias cervantinas son deudoras del modelo de teatro clásico. Ya puestos, podíamos representarla en el Teatro Romano de Mérida, para más incongruencia histórica.

Si algo distingue a los españoles es su cerrada defensa de la Iglesia católica, apostólica y romana, lo que no casa mucho que digamos con el ensalzamiento de los «paganos numantinos», pero la congruencia es algo sobrevalorado. Nuestras leyes, nuestras instituciones, nuestra arquitectura, incluso nuestra amada «cocina mediterránea», son deudoras en gran medida del Imperio romano.

De Numancia solo quedan las ruinas y, como me veo obligado a decir mucho últimamente, la Historia no es lo que nos gustaría sino lo que fue. La puñetera realidad se impone. ¿De verdad que te sientes ahora legitimado para presentarte como un supuesto heredero de Numancia?

Estatua de Pelayo en Gijón. Fuente: verpueblos.com

Y ejemplos de estas glorificaciones tenemos en la Historia de España muchas. Me interesa especialmente, por su eco mediático, la tan traída y llevada «Reconquista». A lo mejor monto una entrada específica sobre ello en otro momento, pero demos ahora los titulares. Pelayo, fuese quien fuese, nunca soñó una supuesta reconquista de la península. Bastante tenían con mantenerse a salvo de los musulmanes para soñar una reconquista. Pelayo se sublevó por no pagar impuestos a los musulmanes. Podemos decir, ciertamente, que eso sí es muy español (permítanme la broma).

Nunca, nunca, nunca en la Edad Media se utiliza el término «Reconquista», aunque esto no signifique que los reinos cristianos no soñaran a partir del siglo IX con una recuperación de sus territorios. Y esto no lo digo alegremente, lo afirmo después de haber leído el fascinante artículo de Francisco García Fitz: La Reconquista: un estado de la cuestión.

Y esta mítica no es propia de España, sino algo que todos los estados-nación hicieron, principalmente, en el siglo XIX. Ricardo Corazón de León, el gran caballero medieval... ¡claro que sí! Rasca un poco en su historia y verás lo que sale. Los franceses tienen su propia Numancia en Alesia, con Vercingetórix. Y así, cada pueblo sueña sus héroes legendarios, que no históricos.

Nunca lució tan gallardo Ricardo Corazón de León como frente al palacio de Westminster. Obra, ¡oh, sorpresa!, del XIX de Carlo Marochetti.

¿Tienen algo que ver los egipcios actuales con el Egipto faraónico? ¿La Italia actual con la Roma imperial? ¿Somos los españoles menos herederos de Roma que los actuales romanos? Somos depositarios del pasado de esos pueblos. Somos responsables ante el mundo de la conservación, estudio y explicación de Numancia, al igual que los egipcios de hacer lo propio con el Egipto faraónico o los italianos con su rica historia, pero de ahí a presentarnos como sus herederos es un salto ilícito que la Historia como ciencia no puede justificar.

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