Experiencias de una universitaria española en Glasgow (I)


   
Como ya anunciamos, esta es la entrada que servirá para presentarnos a una nueva colaboradora que tenemos destacada en Glasgow. ¡Ya tenemos hasta enviados internacionales! Se trata de Sofía Barrios Herráezgraduada en Historia e Historia del Arte por la Universidad CEU San Pablo (2014-2018) y actualmente alumna del máster de Historia Medieval en la University of Glasgow. 

Sus líneas de investigación se centran en el periodo de las Cruzadas, especialmente desde el punto de vista del Imperio bizantino. Como no podía ser de otra manera, a Sofía también le interesa la Historia Antigua, principalmente la Roma imperial, la Grecia de la guerra del Peloponeso y Alejandro Magno. Ahí es nada. Damos oficialmente la bienvenida a Sofía y esperamos que tenga mucho éxito. ¡Os dejamos con ella!


Nueve de la mañana. Suena el timbre, entra el profesor y, cargado de papeles, se sienta en su mesa. Tras un breve buenos días, el profesor comienza a hablar. En algunas ocasiones, hará uso de una presentación de PowerPoint para amenizar la clase; en otras, tan solo sus palabras. Los estudiantes toman notas frenéticas, sabiendo que lo que está diciendo el profesor entrará en el examen.

Fuente: SteemKR

A todos nos suena este escenario, ¿verdad? Imaginaos mi sorpresa cuando, al asistir a mi primera clase de máster en la Universidad de Glasgow, me encuentro con que el aula no está organizada como estoy habituada, mesas alineadas mirando hacia la mesa del profesor, sino que hay una gran mesa con doce sillas a su alrededor. ¿Y la mesa del profesor? Ausente. Mi sorpresa es aún mayor cuando veo que la profesora, al llegar, se sienta entre los alumnos. 

Para preparar la sesión, la profesora nos envió unos textos que debíamos leer y ¿en qué consistió la clase? En discutir dichos textos. Se creó un debate entre alumnos y profesora, en el que todas las opiniones eran válidas y aceptadas. Los alumnos hablaban sin miedo, expresando las ideas que había extraído de los textos, poniéndolos en relación con otras ideas, haciendo el debate rico y ameno. Recuerdos de las veces que cosas parecidas ocurrían durante el grado cruzaban mi cabeza. «Puede que sea una tontería», pensábamos muchos, y a continuación algunos, pocos, nos atrevíamos a expresar, con timidez, alguna idea. Aquí, en Glasgow, los alumnos ni levantan la mano, intervienen casi como un igual con el profesor. 

No todas las clases son así, ni mucho menos. Hay algunas clases que podríamos denominar «tradicionales», en las que el profesor explica la materia. Sin embargo, hasta en esto los alumnos tienen voz: si estamos más interesados en un tema, el profesor moldeará el temario para que se adecúe a los intereses de los alumnos. Estas clases también son necesarias, y mucho. El alumno no puede intervenir ni exponer sus ideas si no sabe de qué se está hablando. Necesita una base sobre la que ampliar sus conocimientos mediante las lecturas para poder, por fin, crear y moldear sus propias ideas. Comparándolo con cómo funcionan nuestras universidades, podemos apreciar una enorme diferente. 

La más grande y, a mi parecer, más sorprendente, es el modo de evaluación. No hay exámenes. Sí, has leído bien, no hay exámenes. Todo se evalúa mediante trabajos y exposiciones orales, lo que, basándome en mi experiencia, se aprovecha mucho más que memorizar un tocho de apuntes. Estos trabajos, además, son diferentes a los que estamos acostumbrados en España. Yo recuerdo hablar con mis compañeros en alguna ocasión y comentar que, en los trabajos, nosotros no aportamos nada propio, sino que decimos lo que han escrito otros sobre el tema (que, cuando no sabes sobre el tema, es normal, pero siempre teníamos la espinita de no poder decir lo que nosotros pensábamos). Aquí, en cambio, no es así. He oído en una clase decir, literalmente, que no quieren saber lo que otros historiadores opinan sobre el tema; quieren saber lo que nosotros tenemos que decir porque, aunque no lo creamos, tenemos algo que decir

Fuente: imgflip

Cuando tomé la decisión de estudiar un máster en el mundo anglosajón sabía que la universidad no funcionaba tal y como estaba acostumbrada. Había leído sobre la ausencia de exámenes, sobre la importancia de los debates en clase, sobre el valor que daban a los trabajos escritos y a las exposiciones orales… Sin embargo, no es lo mismo escucharlo que entrar de lleno en un sistema educativo completamente diferente

Estudiar en Glasgow está siendo una experiencia muy enriquecedora, y puedo afirmarlo a pesar de llevar aquí tan solo unas escasas semanas. Todos los cambios que he mencionado, aunque duros por ser tan fuertes, suponen un reto para evolucionar como historiadora y para perder el miedo a expresar nuestros planteamientos, que, tal como nos hacen ver, son tan válidos como los de cualquier otro historiador. Además, os seré sincera, ver los edificios tan bonitos de esta universidad hace bastante más entretenido el asistir a clase. 
Archivo de la autora.

Comentarios

  1. Gran artículo, muestra de una experiencia muy gratificante. Enhorabuena a la autora.

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