La vamp. Mito y mujer en el cine I

La vamp. Mito y mujer en el cine I - Mary Pickford
Mary Pickford (Wikipedia)
Es curioso constatar cómo un arte nuevo como lo era el cine de los albores del S. XX no cambió ni un ápice la imagen de la mujer, sino que bebió de la tradición de la misoginia de la cultura occidental. 

Como dice Gubern, es un cine que hereda e incorpora las viejas y estables fórmulas de la literatura y la mitología y se instala en Hollywood. Es un arte nuevo con un mensaje arcaico, hecho por hombres y para hombres, donde la mujer es cosificada.

El mundo del cine se dió cuenta rápidamente de dos cosas: que el sexo vende y que más importante que el director o el productor era el intérprete de la película. Nacía el star-system, y con ello se proyectaban los primeros modelos de comportamiento que el cine ofrecería a la sociedad, y en este caso concreto a las mujeres. El primero es la conocida Mary Pickford. La angelical Mary, la novia de América, la mujer perfecta a ojos de los hombres y de las mentes bienpensantes. 

Ella era la más famosa pero no la única. También respondían a ése modelo Alice Terry  o Dorothy Gish

Alice Terry. Fuente: Wikipedia.
Dorothy Gish. Fuente: Wikipedia
Theda Bara en su vertiente 
angelical.
Fuente: Wikipedia.
Parecía que los caballeros las preferían rubias y buenas hasta que llegaron las malvadas morenas del cine nórdico. Ya nos ocuparemos en profundidad del modelo angelical de la Pykford y compañía y vamos a centrarnos en las que se conocieron como Vamp, de vampiresa evidentemente. El término Vamp proviene de un poema de Rudyard Kipling llamado The Vampire Porque ¿qué hace un vampiro? Te quita la vida, te esclaviza, te arranca tu voluntad, te lleva hacia la perdición, hacia el mal alejándolos de sus familias, de su vida de virtud y responsabilidad para con ellos. ¿Y cómo engañan estas malvadas mujeres a los hombres? Evidentemente con su erotismo, del que el vampiro también participa. 

En palabras de Edgar Morin "la vamp, surgida de las mitologías nórdicas, y la gran prostituta, surgida de las mitologías mediterráneas, tan pronto se distinguen como se confunden en el seno del gran arquetipo de la mujer fatal." Y creo que se ha quedado corto y el mito de la vamp es mucho más complejo y profundo, como iremos intentando demostrar. 

Vamp es casi sinónimo de Theda Bara, producto creado por los publicitarios de la Fox, que la bautizaron con el título de "La mujer más perversa del mundo". Bara comenzó su carrera imitando a Pykford y compañía, pero pronto se dio cuenta que su papel era precisamente el opuesto. Para ello los de la Fox le inventaron una biografía en la que la actriz habría nacido en el Sahara, fruto de la relación entre un oficial francés y una bella árabe que murió en el parto.  Esta es otra de las características de la vamp, su origen casi siempre misterioso y oriental.


Theda Bara como Cleopatra. Fuente: Amarantoo.
Quienes la conocen saben que su nombre es además un anagrama de "arab death". Por si no era suficiente maldad, además la relacionaron con el espiritismo y las ciencias ocultas, lo que me resulta muy interesante, pues comienza a acercarse peligrosamente a la bruja. Realmente nació en Cincinnati en 1890, pero eso a nadie le importa cuando nace un mito.

Foto perteneciente a la serie erótica "Death an de Maiden"
Fuente: Metal on metal.
Theda Bara no es la primera vamp. Este honor le pertenece a Alice Hollister, en papeles no menos sugerentes como María Magdalena y en películas como The Vampyre o The Destroyer, que dejan bien a las claras el perfil de sus personajes. 

No fueron las únicas por supuesto. Podríamos destacar también a Pola Negri, y su Carmen (1918) a las órdenes de Ernst Lubitsch, pero la lista es larga  (Olga Blacanova, Alma Rubens, Louise Brooks, que a buen seguro merecería otro post...) y por supuesto Marlene Dietrich o Greta Garbo en sus inicios. Curiosamente ambas tuvieron fama de sexualidad sospechosa para la época, corren leyendas en torno a una supuesta relación entre ambas, y unos caracteres fuertes, complejos e independientes. Ambas características hacían de ellas mujeres fuera del círculo de dominio masculino y por tanto potencialmente peligrosas y malvadas.  


Pola Negri. Fuente: fameimagenes
La vamp tiene fecha de defunción como mito. Fue en 1950 con la maravillosa y genial Sunset Boulevard donde Billy Wilder destroza al mito. Por cierto, ¿alguien me puede explicar por qué se tradujo en España como "El crepúsculo de los dioses"? Bueno, a lo nuestro. En la película, como bien sabréis, cuenta el ocaso final de una vieja gloria del cine mudo, supuestamente ficcional, llamada Norma Desmon pero interpretada por una verdadera vieja gloria del cine mudo, una vamp, como lo era Gloria Swanson. Como curiosidad añadiré que el papel estuvo a punto de ser protagonizado por otra vamp como lo fue la citada Pola Negri.


Fuente: rafsy.com
Para terminar quería hacer mención al interesante trabajo, que dejo en la bibliografía,  de Sylvia Lenaers, en el que recorre el universo de las vamp en la ciencia ficción donde podemos leer "...la suma de una mujer fría y manipuladora y además sin alma nos daría igual: un robot femenino." Habla del robot femenino, posiblemente, más famoso de la historia del cine: el que aparece en Metrópolis (1926), obra de Frizt Lang basada en la novela de su esposa Thea von Harbou. Este robot femenino es creado para sembrar el caos, como Pandora, entre la clase obrera.

Fotograma de Metrópolis con el famoso robot mujer. Fuente:jotdown
Tanto la aparición de esta figura en el cine como sus características, incluso físicas, tienen su explicación histórica, como decíamos al principio. Lo que pretenderemos en próximas entregas es indagar en ellas. Por ahora...



Bibliografía:
  • Dos, Manolo (2009), «Brujas de celuloide. Una selección»,  Dossiers Feministes Nº 13, pp. 135-146. Descargar aquí.
  • Gubern, Román (2014), Historia del cine, Anagrama, Barcelona.
  • Lenaers Cases, Sylvia (2014), «La vamp que vino del espacio: Éxtasis y dominación en la ciencia ficción», Herejía y belleza: Revista de estudios culturales sobre el movimiento gótico. Nº. 2. , págs. 289-312.  Descargar aquí.

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