Ojalá vivas tiempos interesantes
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.
Este texto da comienzo a una de las novelas más famosas de Charles Dickens, Historia de dos ciudades. Siempre me ha gustado, pues la deliberada ambigüedad, el oxímoron que constituye, es absolutamente universal. Si bien hace referencia a los tiempos de la Revolución Francesa, que todo lo cambiaron, los vivientes de cualquier época podríamos jurar y perjurar que habla de los días que nos toca vivir.
Los chinos usan la frase que da título a esta entrada, «ojalá vivas tiempos interesantes», como una maldición. Los tiempos "aburridos" son tiempos sin cambios, es decir, de estabilidad. Los tiempos interesantes son tiempos de cambio, de adaptación, de revolución y evolución, lo cual complica todo. Son los tiempos que luego resultan apasionantes para los historiadores. Vivimos ahora mismo, sin duda, tiempos de lo más interesante, como los personajes de la novela de mi añorado Terry Pratchett.
Living in Interesting Times, documental griego de 2013 (IPoliStonKosmo) |
¿Y cuales son los tiempos que nos ha tocado vivir?
Una lectura imposible que me encantaría hacer es la de un libro de historia llegado del futuro, que hable de estos tiempos y los inmediatamente venideros. Saber cómo llamarán y evaluarán a esta época. ¿La caída de Occidente? ¿La gran crisis climática? ¿La del neodespotismo ilustrado? Si bien posiblemente sea una mezcla de todas, yo voto por la Revolución Informática, versión 2.0 de la industrial, corregida y aumentada.
Tal vez piensen ustedes que esta apreciación está sesgada por mi formación y profesión de ingeniero de telecomunicaciones, y, lógicamente, no puedo rebatirles, aunque sí puedo argumentar. Y mis razones son estas (si no les gustan, tengo otras):
- La aparición de las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) ha revolucionado la economía, y continúan haciéndolo, mediante la aparición de nuevas profesiones, la desaparición de otras, y la necesidad de un cambio general en los sistemas productivos y las habilidades profesionales.
- Siguiendo la ley de Moore, cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado; como consecuencia de ello, el precio se mantiene equivalente. En todo caso, esta ley posiblemente deje de cumplirse dentro de no demasiados años, ya que tal ritmo de crecimiento es insostenible indefinidamente. Esta tendencia es comparable con la de los primeros productos manufacturados de la revolución industrial.
- La propia información ha sufrido tres revoluciones: la propia creación de la escritura, la creación de la imprenta, y su digitalización (fase en la que estamos), permitiendo un acceso prácticamente ilimitado a la misma. Esta digitalización, la posibilidad de compartir la información a escala planetaria y la potencia de procesamiento de la misma permite una hasta ahora imposible capacidad para la resolución de problemas (tecnológicos, médicos, etc.), así como el establecimiento de nuevos modelos de relaciones y la difusión de información de carácter público.
- La informática de consumo, materializada en televisiones, ordenadores, acceso a Internet, smartphones, etc. es transversal a la inmensa mayoría de la población en los países desarrollados. Cualquier ciudadano de a pie tiene mayor capacidad de acceso a información, opinión, formación, etc. que un millonario de hace unas décadas, y a una capacidad de cálculo superior a la de la NASA durante el programa Apolo. La revolución informática está embebida en el conjunto de la sociedad.
Evolución: el mayor espectáculo sobre la Tierra.
Tal vez les suene el acrónimo STEM: Science, Technology, Engineering & Mathematics. Estos campos, y el conocimiento en los mismos, se consideran claves en una sociedad ya que contribuyen a la competitividad, la prosperidad económica y el crecimiento sostenido. Entendámonos, que seguro que alguno de ustedes, de formación humanista (para quienes está principalmente dirigido este blog), está comenzando a enarcar una ceja: no se trata de que todos tengamos una licenciatura en exactas, sino de tener una base que nos permita lidiar de manera competente con estos aspectos en el día a día.
Adaptarse o morir (Driver Layer) |
Si bien no es el único ejemplo, el economista estadounidense Tyler Cowen hace un interesante análisis en Se acabó la clase media (Cómo prosperar en un mundo digital):
Si usted y sus conocimientos complementan al ordenador, es probable que sus perspectivas salariales y en el mercado laboral en general sean buenas. Si usted y sus conocimientos no complementan al ordenador, quizá quiera dedicar algún tiempo a corregir ese desfase. Cada vez más gente empieza a quedarse de uno u otro lado de la línea divisoria. Por eso, se acabó el término medio.
¿A dónde quiero llegar con esta parrafada? Pues a que, aun a riesgo de que me pase como a Casandra, creo que merece la pena que usted, historiador (en acto o en potencia), tome conciencia de la necesidad de adquirir una buena relación con la ciencia, la tecnología, y, particularmente, con las reinas de nuestro tiempo, las TIC. ¿Ha decidido usted que los ordenadores son inventos del maligno, que no los entiende y que pasa de aprender a manejarlos? Pues luego no me llore, que yo le he avisado.
Saben de sobra que soy gran defensor de «la tercera cultura», y que una mente bien formada precisa tanto de conocimientos técnicos como humanistas... y no tengo del todo claro en qué casilla incluir el conocimiento científico, ya que la Ciencia (con mayúscula) está más próxima a la filosofía que a la tecnología. El homo sapiens, para serlo plenamente, ha de ser homo faber, homo lector, homo ludens, homo filosoficus, homo spiritualis, y unos cuantos homo latinajo más. Lo que no podemos hacer es, por falta de adaptación, dejarnos llevar como el Raphus cucullatus.
Tecnología y humanismo, condenados a entenderse (Oportuno Veracruz) |
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