El futuro ya no es lo que era (II)
Solamente aquel que construye el futuro tiene derecho a
juzgar el pasado.
Es de esta preocupación
por el mundo real del futuro en los planos científico, social, económico, etc.,
y por los límites de la ciencia, donde nace la verdadera ciencia-ficción, que
resulta a la vez consecuencia e inspiración de muchos de los avances de esta
época. Podemos citar como antecedente claro Frankenstein
o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, escrita en
1818; no en vano, trata de un científico que dota de vida a un hombre
artificial; cabe citar en una línea parecida, y en los mismos años, los celebres cuentos de E.T.A. Hoffmann (y su adaptación operística por Offenbach), donde aparece el físico Spalanzani y su creación, la autómata Olimpia. Aunque a menudo la visión sobre épocas posteriores (incluyendo el
entonces mítico año 2000) que tenían entonces resulta deliciosamente ingenua,
basada en cachivaches
a vapor, ropa con miriñaques
y máquinas
voladoras esperpénticas, la capacidad de predicción, gracias a la mezcla de
formación e intuición, de Julio
Verne nos resulta asombrosa aún hoy día. Tras él, otros escritores como H.G. Wells, Edward Bellamy, Aldous Huxley, George Orwell, Philip K. Dick, Arthur Clarke, Stanislaw Lem, Ray Bradbury o Isaac Asimov han
contribuido en buena medida a esbozar un mundo futuro que, en algunos aspectos,
ya ha llegado. Lógicamente, cada uno de ellos fue influido por la época que le
tocó vivir: no es posible imaginar un mundo futuro igual desde los años
posteriores a la Primera Guerra Mundial que desde los de la carrera espacial. Realizaremos
un examen algo más a fondo de estos aspectos en posteriores entradas.
Friedrich Nietzsche
Como
decíamos ayer, en la primera entrada de esta serie, una vez irrumpe el método científico en el flujo
de la historia, la humanidad, siempre ansiosa por anticipar el futuro, comienza
(al menos en las mentes más preparadas) a desdeñar los métodos místicos de
predicción, y a imaginar, ya en base a conocimientos sólidos de las leyes
naturales, mundos alternativos. Lógicamente, pronto empieza a preguntarse como sería
el mundo del futuro, aunque apoyándose en buena medida en intuiciones e
imaginación, en el mejor sentido de la palabra.
Ese mundo futuro comenzó
a imaginarlo Louis-Sébastien
Mercier, que en 1770 publicó la ucronía El año 2440
proponiendo algunas evoluciones en educación, moral y política que habrían de
darse poco después en la revolución francesa. Nicolás de Condorcet
comenzó a hablar del progreso como motor de la humanidad y a esbozar la
historia universal como una serie de pasos, culminados por la llegada del
método científico y la sociedad nacida de la revolución francesa. Thomas Malthus inició el
uso de las matemáticas para hacer predicciones en 1798 con su Ensayo sobre los principios de la población.
Desde mi libro favorito de Verne, el Nautilus... Imagen de aquí |
En todo caso, por
fascinantes que resulten las obras de estos autores, en buena medida son
producto de su imaginación. Muchos han tenido una formación que les ha
permitido construir futuros coherentes y razonablemente posibles, pero también
hay casos en los que sus propuestas son imposibles; por ejemplo, al describir
máquinas o sistemas que violan las leyes de la física. Por otra parte, aunque
en un principio son, en general, producto de una época que confiaba ciegamente
en las bondades del progreso, tras los horrores de las guerras mundiales y la
llegada de la guerra
fría, la tecnología se reveló como capaz de una destrucción sin precedentes,
y esta fe decayó. La propia ciencia-ficción recoge ejemplos de este cambio de
tendencia: el avance tecnológico sin fin se ve criticado en diversas distopías; ejemplos de
las mismas son Metrópolis,
Un mundo feliz, Fahrenheit 451 o 1984. La
existencia de una tecnología poderosa que es usada sin ética es criticada
también en novelas como La
batalla de Dorking, de Chesney, escrita
en 1871 e inicio de una retahíla de novelas de guerras futuristas que describe
los horrores de una guerra mecanizada.
De forma lógica, por
tanto, surge una nueva forma de anticipar los cambios que llegarán con el
tiempo. Aunque la idea se había esbozado anteriormente por parte de Marinetti, a
mediados de los años 40 del siglo XX nace la futurología o prospectiva.
La idea subyacente es, como no puede ser de otro modo, la adecuada para esa
época: no puede confiarse el progreso en exclusiva al desarrollo tecnológico;
si bien la tecnología es, de por sí, neutral desde un punto de vista ético, es
preciso, en la medida de lo posible, dirigir su uso y tener en cuenta sus
probables implicaciones.
Por tanto, la predicción del futuro
se basa desde entonces en un análisis científico que tiene en cuenta todos los
aspectos posibles. El análisis es interdisciplinar, abarcando las competencias
propias de tecnólogos, economistas, sociólogos, biólogos, historiadores, etc. Incluso los temas gastronómicos son objeto de estudio. El
enfoque cambia de forma importante: no se trata sólo de predecir el futuro en
base a artes mágicas, o a la imaginación combinada con una base técnica, si no
en construirlo. Observando el presente, se analizan las tendencias que pueden
definir el futuro, de forma que se influya en él: es decir, no basta con prever
los avances e implicaciones, si no que se pretende diseñar y construir el futuro. Tanto los estados como las empresas aplican
distintas metodologías que les permiten anticiparse, adaptarse y gestionar el porvenir.
Son bien conocidas la corporación RAND
o el Club de Roma como
grandes asociaciones orientadas a estas tareas (Think Tanks);
en todo caso, debido a su propia naturaleza, también envuelve a menudo a las
mismas cierto halo de conspiranoia y
plegamiento a intereses económicos. Analizaremos también este tema con más
detalle en futuras entradas, puesto que se habla, no sin cierta base, de que
este enfoque nos conduce paulatinamente a una nueva versión del despotismo ilustrado.
Valor, y al toro... Imagen de aquí |
Espero haber captado su atención con este tema, y que
hayan percibido el interés que tiene tanto para historiadores como para otros
perfiles, constituyéndose en un apasionante campo de interdisciplinariedad
donde un perfil como el de los habituales de este blog cobra particular
importancia. En futuras entradas continuaremos estudiando distintos aspectos relacionados:
las distopías y ucronías, el steampunk, el retrofuturismo, las
previsiones posibles e imposibles, y las tendencias futuras.
Hasta entonces, cuídense.
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