Estudiar fuera de España: ¿merece la pena?

El año pasado tuve la suerte de poder estudiar un máster en Historia Medieval en la Universidad de Glasgow. Ahora que he vuelto a España, son muchas las personas que me preguntan sobre estudiar en un país extranjero y si merece o no la pena la experiencia. En este post, me gustaría explicar algunos de los aspectos que he sacado de esta aventura, así como comentar algunos temas que hay que tener en cuenta cuando se toma la decisión.

Universidad de Glasgow (archivo propio)

Una de las primeras cosas que se aprecian cuando uno comienza su andadura en el extranjero son los métodos de estudios. En España estamos acostumbrados a recibir un plan de estudios cerrado (salvo alguna excepción) y a que nuestra evaluación se haga mediante exámenes. Sin embargo, al menos en Reino Unido, a lo que más importancia se da es a los trabajos y presentaciones. Naturalmente, también hay exámenes (aunque es raro encontrarlos en los másteres, ya que de hecho yo no tuve ninguno), pero se les da un valor enorme a los trabajos, tanto escritos como orales. Todo ello está dirigido a fomentar la investigación independiente del alumno y a que den su propia opinión, que no es una opción, sino absolutamente necesario.

Por otro lado, ya que en mi caso el máster era de historia, pude ver cómo se estudiaba y qué se sabía de nuestra Historia más allá de nuestras fronteras. Mi máster se centraba en historia anglosajona y europea, por lo que apenas pude ver aspectos relacionados con España; sin embargo, sí hubo ocasiones en las que nuestro pasado aparecía en las lecciones. En una asignatura sobre Cruzadas, por ejemplo, salió el tema de la Reconquista y me llegaron a preguntar si se estudiaba como cuestión política y territorial o como una idea de unificación religiosa. En cuanto al Descubrimiento de América, debo admitir que escuché la palabra «genocidio» más de lo que me gustaría.

El premio, sin embargo, se lo lleva un compañero alemán que, hablando sobre la guerra civil castellana del siglo XIV dijo que «Aragón ahí no estaba porque ya había desaparecido». La cara de póquer de mi profesor y su «¿estás seguro de eso?» igualaron mi shock.

Fuente: Know your Meme

Es también interesante ver las opiniones de compañeros extranjeros sobre su propia Historia. Yo, por ejemplo, nunca había escuchado a una francesa hablar sobre la Revolución o a una escocesa sobre las Revueltas jacobitas. Tampoco había oído a un americano decir que ellos no tienen Historia hasta hace 200 años y que por eso les gusta estudiar Historia en Europa. Entender y aprender sobre los distintos puntos de vista de su propia Historia es un gran privilegio.

Sin embargo, estudiar en el extranjero no es un camino de rosas; no es una experiencia fácil. Al margen de cómo sea de extrovertida una persona, encontrarse solo en un país extranjero puede hacerse muy duro y, de un modo u otro, te empuja fuera de tu «zona de confort», algo que es, sin duda, bueno, pero no fácil.

A esto hay que sumarle la dificultad del idioma. No importa lo mucho que se domine el idioma, siempre va a haber palabras, expresiones y formas de hablar que no vas a dominar, porque al fin y al cabo no es tu lengua materna. Hablar y escuchar se hace más sencillo, pero cuando uno se pone a escribir un trabajo ya es otro cantar.

El estilo de escritura, de citar las fuentes y de hacer un ensayo o un trabajo no son iguales que en España, y es algo que, si llevas mucho tiempo haciendo de una manera determinada, cuesta mucho cambiar. Por eso, es fundamental el feedback que se recibe de cada trabajo, cada ensayo o exposición. Una vez corregido el trabajo, no solo recibes la nota, sino que te devuelven el trabajo con anotaciones de principio a fin, con comentarios y correcciones, en las que te dicen qué has hecho bien y qué no es tan adecuado, para que así puedas aprender y mejorar para los próximos trabajos.

Estudiar fuera es una aventura. Te cambias de país, habitualmente también de idioma y, en ocasiones, te tienes que enfrentar solo a experiencias que en tu ciudad natal no tendrías que hacer frente. Sin embargo, siempre merece la pena. Es una oportunidad para crecer, para aprender otras culturas y formas de vida, otras formas de hacer Historia, de estudiar la materia y de contarla, que es al fin y al cabo, la labor del historiador.

Comentarios

Entradas populares