Algunas reflexiones sobre la enseñanza de la Historia (I)

Cualquier docente, da igual nivel y asignatura, se ve aplastado por una ingente burocracia. Da igual también el país; al menos en Italia, por lo que se desprende de la lectura del imprescindible libro La utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine donde acuña el término de «profesor burócrata».

Reuniones a todos los niveles, planes o informes no siempre, casi nunca, permiten al profesor centrarse en su verdadera labor, la docencia, y no digamos ya una reflexión sobre la misma. Tenía ganas de leer algo sobre ello y se cruzó en mi camino el artículo de Joaquín Prats Cuevas titulado «Retos y dificultades para la enseñanza de la Historia». Lo que sigue a continuación es un reflexión sobre nuestra labor docente a través del mismo, un resumen con apostillas, que nos permitan pensar un poco juntos.

Fuente: La izquierda Diario.

Dice Prats que la Historia es una de las materias más complejas de enseñar. No lo creo, cada una tiene su enorme dificultad si queremos hacerlo medianamente bien. Supongo que el de Matemáticas o Música tendrán lo suyo. Sí estamos plenamente de acuerdo en «el uso y abuso por parte de los poderes públicos» sobre mi amada historia. Algo de lo que ya nos hemos quejado por aquí

Prats va más allá y, creemos que con razón, habla directamente del uso antieducativo de la historia en aras de la creación de una ciudadanía aborregada o afecta lastrada por la interminable injerencia de los partidos e ideologías. Llamo la atención del plural que engloba a todas. 

Ejemplos en España se nos ocurren a cientos, a miles, pero como estamos tan sensibles y ofendiditos, con buen criterio el autor del artículo que nos ocupa nos ofrece un ejemplo de la enseñanza británica, año 2011. Atención al argumento, que tiene lo suyo. Como realizar un aprendizaje histórico basado en la comprensión de los fenómenos históricos a través de los estudios de determinados acontecimientos o etapas era algo de extrema dificultad para los alumnos, se proponía volver al estudio memorístico que provocara empatía hacia la gloriosa historia británica. Supongo que ya decir imperio les pareció excesivo hasta a ellos; releamos el argumento, que tiene su miga. 

Te lo traduzco si eres alumno: como eres bobo y no llegas te vamos a contar la historia «buena» para que el día de mañana tengas menos criterio y espíritu crítico que un contertulio de Gran Hermano. Es decir, en vez de pelear para ver cómo damos una enseñanza de la Historia de calidad, mejor os contamos una historia acrítica y molona para que cuando crezcas, si te da por indagar un poco, te des cuenta de que te han mentido. Evidentemente, muchos historiadores, ante tamaño despropósito y aberración intelectual, se llevan las manos a la cabeza. Uno de ellos, recogido por Prats, es Richard Evans, un «indocumentado» decano de la Facultad de Historia de Cambridge: 
Los historiadores suelen considerar que una de sus principales tareas es la de desmitificar, demoler las ortodoxias y destapar relatos políticos que propongan reclamaciones espurias de objetividad. Esto es lo que se debe hacer en las aulas. [Los] que pretenden reintegrar la historia narrativa están confundiendo la historia con la memoria. La historia es una disciplina académica crítica cuyos objetivos son precisamente interrogar a la memoria y a los mitos que genera. 
Creo que poco queda por aportar tras lo dicho por Evans, y me contengo de poner ejemplos muy de actualidad de ello. Hace ya más de tres décadas que los profesionales, palabra clave en todo esto, de la educación de la historia llamaron la atención sobre la importancia de abandonar la historia enunciativa y optar por una enseñanza y método de aprendizaje basado en la construcción de conceptos. Suena bastante más razonable que la opinión de no sé qué político. Claro que esto choca con varios escollos identificados por Prats. 

Ejemplo extremo de glorificación nacional a través del relato histórico. Fuente: todocolección.net.

Para empezar, algo que Prats identifica como la concepción que tiene el alumnado de la materia histórica, y que yo ampliaría a la concepción que tiene la sociedad sobre la historia. Los alumnos creen que la historia es un saber menor memorístico que hay que aprender la noche antes para volcar al día siguiente en un examen, y si te he visto, no me acuerdo. 

También los alumnos, en muchas ocasiones, la perciben como una asignatura interpretativa y subjetiva, con una fuerte carga ideológica que depende de la interpretación y tendencia política del profesor. Y, seamos sinceros, en ocasiones no les falta razón en esto, pues todos hemos tenido un profesor al que se le ve el plumero a 200 kilómetros. Algo imperdonable: nosotros estamos para enseñar a interpretar y comprender procesos históricos. Adoctrinamientos, los mínimos. Esto para mí es clave para dar una clase con un mínimo criterio de calidad. 

Asignatura siempre, o casi siempre, incomprendida que se trata de hincar codos y que no sirve para nada. Y los padres, en muchas ocasiones, refuerzan dicha concepción: «Aprueba al niño, total, es historia. ¿Para qué sirve?». El niño suspende Matemáticas y el progenitor culpa a su hijo y lo apunta a una academia. Suspende Historia o Literatura y la cosa cambia. Si ni los políticos ni los padres nos apoyan... pues eso, a los pies de los caballos. 

Prats, entre las dificultades contextuales, destaca la visión social de la historia, muy ligado a mi parecer al anterior punto. Los historiadores lo que hacemos es aprender mucho de memoria y ser eruditos. Ya está todo dicho e investigado, por lo que ser historiador es eso, simplemente: recitar cual escolástico y ganar quesitos en el Trivial, pero poco más. Algo que ya todos sabemos y que no sé cómo solucionar. 

Más preocupante me parece el segundo punto destacado por Prats, como lo es la identificación de historia con periodismo. Esto se puede comprobar encendiendo una tele que hable de historia o un periódico. En los mismos se destacan dos tipos de contenidos. El primero, que podríamos calificar de «glorias nacionales», y el segundo, de Historia Contemporánea. Todo aquello que no ocurriera antes de los cuarenta, la II Guerra Mundial, en adelante, no tiene ninguna importancia

Esto se replica en los anaqueles de nuestras librerías. En la sección de Historia de cualquier librería encontrarás en la sección de Historia Antigua apenas 15 referencias. De Edad Media algo más, con especial atención a batallitas, templarios y gloriosa historia. De Edad Moderna podrás encontrar (otra vez) batallitas y tercios con algún libro relacionado con los imperiales Carlos I de España y V de Alemania, y su hijo Felipe II. Del resto, poco. 

Captura de pantalla de lo más vendido de Historia en Casa del Libro (8/6/2019).

Y llegamos a Contemporánea, donde la explosión de títulos es increíble y, que en muchos casos, representa, al menos, el 60 % del total de la sección de Historia. Y entended por Contemporánea Guerra Civil, Franquismo y Transición. El XIX no mola, no interesa. Mirad cómo la imagen que precede a este párrafo corrobora lo que digo. ¿Esto es así porque es lo que vende? ¿Es lo que nos quieren vender? ¿Es reflejo de nuestra educación obligatoria en Historia? No lo sé, pero merece una reflexión

Y reflexionando y reflexionando llevo ya demasiado escrito para un solo artículo. Pongo (I) en el título y os emplazo para, en un futuro próximo, continuar desgranando el artículo de Prats. Esperamos vuestros comentarios.

¡Saludos!

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