La fiesta cortesana del Siglo de Oro a través del Quijote, Parte I.


Nos complace anunciaros una nueva incorporación al blog, que esperemos os guste tanto como para convencerla de que escriba más con nosotros en adelante. 

Nuestra nueva compañera es Miriam Rodríguez Contreras, Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (2012) y Máster en Estudios Avanzados de Historia Moderna por dicha universidad (2013). Actualmente se encuentra realizando su tesis doctoral sobre "Gasto y financiación de la Corte en el siglo XVII", dirigida por Carlos Javier de Carlos Morales (UAM-IULCE). Sus líneas de investigación se centran en el estudio de los gastos cortesanos durante la Edad Moderna, especialmente durante el siglo XVII, prestando atención no sólo a la Casa Real sino también al resto de organismos que componían la Corte, su cuantificación, distribución y la forma de financiación que tuvieron. Sin más, le cedemos la palabra a Miriam. :D
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Aprovechando la próxima conmemoración del IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, he decidido estrenarme en Licencia Histórica con una entrada sobre, como no podría ser de otra manera, El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

Portada de la primera parte de 1605 (Wikipedia)
De esta tan ardua como maravillosa obra vamos a centrarnos en uno de sus episodios, la Novela de los Duques, situado en su II parte. Y es que a través de la misma podemos encontrar numerosas referencias históricas sobre las fiestas cortesanas que acostumbraban a celebrarse durante nuestro Siglo de Oro.

En la historiografía más actual, estos espectáculos han dejado de ser considerados un mero elemento lúdico, sino como toda una expresión de la cultura política de la Europa de la Edad Moderna, junto con otros fenómenos cortesanos como el ceremonial palaciego o la etiqueta, entre otros.[1]

Y es que, aunque hoy día también celebramos multitud de ellas, ¿qué es lo que se entendía realmente por “fiesta” en los siglos XVI y XVIII? Según Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana (1611) únicamente vendrían a considerarse ”fiestas” las celebraciones de carácter católico:
La Yglesia Catolica, llama fiesta la celebridad de las Pascuas, y Domingos, y días de los Santos que mandan guardar, con fin que en ellos nos desocupemos de toda cosa profana, y atendamos a lo que es espíritu y religión, acudiendo a los templos y lugares sagrados a oyr las Missas, y los sermones, y los oficios divinos: y en  algunas dellas a recebir el santísimo Sacramento, y vacar a la oración y contemplación: y si en estos días después que se oviere cumplido con que nos manda la santa madre Yglesia sobrare algun rato de recreación, sea honesta y exemplar[2].
Cien años más tarde, en el Diccionario de Autoridades (1726-1739), este término aparece con más de una definición, entre las que destacamos la primera: “alegría, regocijo ú diversión que se tiene por algun motivo”; la cuarta: “Se llama también el regocijo público que se hace con el concurso del Pueblo, para que logra algun descanso de las fatigas comunes de la naturaleza”; y, por último, la sexta: “Se toma regularmente por los agasajos u obsequios que se hacen para complacer u atraer la voluntad a alguno”.[3] Actualmente, sin embargo, concebimos la “fiesta” como el “...complejo acto de comunicación de una colectividad, donde se puede reconocer las funciones de un autor y de un público”.[4]
 
Grabado de fastos caballerescos, Pandectae triumphales (Biblioteca Nacional)
Durante el Barroco, los diferentes eventos festivos conseguirán alcanzar la mezcla de pasiones y temores, de acuerdo con Doris Moreno, con la intención de liberarse de la rutina diaria.[5] Además, a partir de ellas podemos observar que seguía existiendo una continuidad con respecto a las fiestas medievales.[6] Lo observamos por ejemplo en los ejercicios de caza que realizan los Duques junto a don Quijote y Sancho, con el objetivo de “lucir” a la nobleza. De esta manera, junto con otros juegos cortesanos como el juego de cañas o los toros, se realizaba una estilización de la guerra, de forma más compleja y teatral.[7]

Velázquez, Cacería real del jabalí, c. 1635-40 (National Gallery)
Durante el siglo XVI y XVII se van a mezclar, a través de las fiestas, elementos de tradición folklórica con otros de aspecto cortesano, algo que desde finales del Quinientos va a convertirse en objeto de crítica por diversos moralistas católicos.[8] Entre ellos se encontraba Juan de Mariana con su Tratado contra los juegos públicos (1609) o Juan de Zabaleta en su obra Día de fiesta por la mañana (1654) y Día de fiesta por la tarde (1659).

Hay que tener en cuenta que toda fiesta cortesana se dirige a través del poder (jerarquizada), y se organiza siempre con una intencionalidad política. A través de ellas se exhibían tanto la dignidad de quien la organizaba como de quienes de la misma participaban, fundamentalmente a través de la ostentación. Además, era uno de los momentos más adecuados para la buena conversación y el ingenio, como bien defendía Baltasar de Castiglione, además de estar encaminadas a divertir al público de la corte.[9]

Edición de 1666 (Maggs)
Por tanto, la fiesta necesitaba en primer lugar de un espacio público, sirviendo al principio las plazas y los jardines, y más tarde el palacio, el lugar ideal para la fiesta teatral. Según S. Martínez Hernández, ésta también requería “la participación de los nobles y la concurrencia de todo un aparato parateatral en el que lacayos y servidores, atavíos y vestimentas, monturas y luminarias contribuían a configurar tan singular tramoya.”[10] El momento ideal del día para realizarlas sería hacia el crepúsculo, pues de esta manera eran capaces de articular distintas sensaciones.[11]

Unido al acto festivo en sí, todo este tipo de espectáculos iban acompañados por una serie de instrumentos músicos como “sacabuches, chirimías, tambores, trompetas, rabeles, flautas, dulcémeles, guitarras, vihuelas, arpas, laúdes, clarines, dulzainas, añafiles, órganos, monocordios, clavicímbalos, clavicordios y salterios” que se pueden rastrear a través de numerosas obras publicadas desde la época de Carlos V.[12]

Dentro de las celebraciones más emblemáticas, aparte del teatro, distinguiremos dos: las entradas reales y las mascaradas de corte, que son las que aparecen en el capítulo XXXIV de la segunda parte del Quijote. Aunque para ello tendremos que esperar hasta la entrega del jueves de la semana que viene.

Entrada de Juan José de Austria en Bruselas en 1656 (The Wallace Collection)
CITAS Y REFERENCIAS:

[1] BOUZA, ÁLVAREZ, F. “El rey a escena. Mirada y lectura de la fiesta” en Espacio, tiempo y forma. Historia Moderna, T. 10, 1997, pp. 33-52.
[2] COVARRUBIAS: Tesoro de la lengua castellana, p. 845.
[4] LÓPEZ ESTRADA, Francisco: “Fiestas y literatura en los Siglos de Oro: la Edad Media como asunto ‘festivo’ (El caso del Quijote)”, Bulletin Hispanique, 84 (1982), pp. 291-327, p. 292.
[5] Moreno, Doris: “Cirios, trompetas y altares: el auto de fe como fiesta” Espacio, tiempo y forma. Serie IV, Historia Moderna, nº 10, 1997 pp. 143-172, p. 144.
[6] LÓPEZ ESTRADA, Francisco: “Fiestas y literatura en los Siglos de Oro: la Edad Media como asunto ‘festivo’ (El caso del Quijote)”, Bulletin Hispanique, 84 (1982), pp. 291-327, p. 326.
[7] MUR I RAURELL, Anna: “El caballero barroco en España y Austria ˂˂honores de hábitos, tusones y oficios˃˃” en RUDOLF, K.: Barroco español y austriaco. Fiesta y teatro en la Corte, Madrid, Museo Municipal, 2004, pp. 73-85, p. 75.
[8] BOUZA, Fernando: “El espacio en las fiestas y en las ceremonias de corte. Lo cortesano como dimensión”, La fiesta en la Europa de Carlos V, Sociedad Estatal para la conmemoración de los centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2000, pp. 155-173, p. 165. GARCÍA GARCÍA, Bernardo y LOBATO, Mª Luisa: La fiesta cortesana en la época de los Austrias, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Cultura y Turismo, 2003, p. 54.
[9] GRILLI, Giuseppe: Literatura caballeresca y reescrituras cervantinas. Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2004, p. 164.
[10] MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Santiago: “Fragmentos del ocio nobiliario, festejar en la cultura cortesana” en LOBATO, Mª Luisa y GARCÍA, Bernardo J. (coords.): Dramaturgia festiva y cultura nobiliaria en el Siglo de Oro, Madrid, Iberoamericana Vervuert, pp. 45-89, p. 57.
[11] José María Díez Borque defiende que es en este momento del día cuando se muestran en perfecta simbiosis las sensaciones de la vista, oído y olfato. DÍEZ BORQUE, J. Mª: “Fiesta y teatro en la Corte de los Austrias” en RUDOLF, K.: Barroco español y austriaco. Fiesta y teatro en la Corte, Madrid, Museo Municipal, 2004, pp. 15-31, p. 21.
[12] VALBUENA PRAT, A.: La vida española en la Edad de Oro según sus fuentes literarias, Barcelona, 1943, p. 24.



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