Anticipando el futuro: Oswald Spengler y la guerra que no fue
Oswald Spengler (Wikipedia) |
Sin duda, a todos los versados en las lides académicas de la historia les sonará el nombre del alemán Oswald Spengler. Filósofo e historiador cuya vida transcurrió a caballo entre los siglos XIX y XX, es autor de la monumental obra La decadencia de occidente.
Este libro, escrito en dos volúmenes, vio la luz entre 1918 y 1923, postulaba que la civilización occidental se encontraba ya en su etapa final, y que era posible predecir los hechos que tendrían lugar durante la misma. Y en su libro Años Decisivos, aparecido en 1933, fue un paso más allá. En él intentó demostrar que toda civilización desaparece víctima de tres guerras, del mismo modo que Cartago sucumbió en las guerras púnicas ante Roma.
Para él, el primero de aquellos conflictos fue la Gran Guerra, finalizada en 1918. Puesto que, postulaba, era imposible afrontar otra guerra de tal calado por la misma generación que había comenzado la de 1914, y que hacían falta 25 años para que se produjera el relevo generacional necesario, la segunda guerra comenzaría en 1939. No dijo nada del 1 de Septiembre ni de la frontera polaca, pero la verdad es que el acierto fue innegable.
Spengler falleció en 1936, no pudiendo ser testigo de como se cumplía su predicción; pero, continuando con el razonamiento, el tercer y definitivo conflicto habría tenido otros 25 años más tarde, es decir, en 1964. Y ahí, por suerte, no acertó, ya que esa guerra sería la que acabase con la civilización occidental.
Caricatura del pulso entre Kruschev y Kennedy (Taringa) |
Sin embargo, a finales de 1962 tuvo lugar un evento que estuvo muy cerca de acabar con el mundo tal como lo conocemos: la crisis de los misiles en Cuba. De haber estallado aquel conflicto, enmarcado dentro de la llamada Guerra Fría, se hubiera producido el final de la civilización, al menos tal como la entendemos.
Es innegable que, a grandes rasgos, el señor Spengler fue capaz de entender perfectamente los ritmos a los que movía la geopolítica. No podía, claro, prever que la aparición de las armas atómicas invalidaría (por suerte) su premisa, ya que un poder destructivo de ese calibre cambiaba totalmente las reglas del juego.
Entendámonos, nadie puede anticipar el porvenir, ni siquiera Spengler. En sus tesis hay errores. Pero lo que sí fue es un observador extraordinariamente agudo, y a veces, incluso cuando uno se equivoca, acierta. Sí que acertó, sin duda, con sus previsiones acerca del proceso de descolonización, el auge del Islam, que las futuras potencias serían extraeuropeas, la migración del campo a la ciudad o el envejecimiento de la población, entre otras.
Motivos más que suficientes para poder considerar que un buen historiador puede saber prever el futuro, a través de la prospectiva, con una agudeza impactante. Y, por cierto, tal vez la premisa de partida de Spengler sobre la caída de la civilización y la capacidad de predecir los hechos relacionados con la misma le resulte familiar a los lectores de ciencia-ficción; concretamente, a través de la Saga de la Fundación, de Isaac Asimov.
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