De la tierra de los kiwis a la isla del Minotauro
Ake!
Ake! Kia Kaha E! (¡Arriba!¡Arriba!¡Se fuerte!)
Lema del batallón
maorí
Aunque el tema de
conversación de estos días gira en torno a la Eurocopa,
ya saben los asiduos que mis debilidades se inclinan principalmente hacia el
noble deporte del balón oval. Ya les
hablé, con la excusa del mundial de rugby, de algunas de las hazañas de los
maoríes en la entrada
sobre su participación en la primera guerra mundial; léanla de nuevo si les apetece (les vendrá bien para retomar el hilo), que yo les espero aquí. ¿Ya? Estupendo... La cosa es que hoy, puesto que hace unos días una vez más mi querido XV del trébol ha sido incapaz (aunque por poco) de
derrotar a los admirados e indómitos All Blacks, me apetece volver a hablar
del tema. Además, que por el número de visitas, parece que el tema ha suscitado cierto interés.
El kiwi, animal símbolo de Nueva Zelanda (Kiwi bird) |
Sin embargo, pese al frívolo
papel del país de la nube blanca en la contienda, sus tropas destacaron en
otros aspectos, principal y paradójicamente, en el Mediterráneo. Al
constituirse la Segunda
Fuerza Expedicionaria de Nueva Zelanda (2NZEF) en 1940, se incluyó un batallón de maoríes, el 28º,
formado por voluntarios. El batallón no era muy numeroso (originalmente, 39 oficiales
y 642 hombres de otros rangos), y estaba formado principalmente por hombres del
entorno rural, lo que retrasó el entrenamiento en aspectos técnicos y produjo
una carencia de expertos en señales, conductores, etc. Sin embargo, en Junio de
1940, el batallón había llegado ya a Gran Bretaña para reforzar las defensas de
la metrópoli. En Enero de 1941 se les destinó a Egipto, y desde allí se les
redirigió a Grecia, donde realmente comenzó su contribución a la causa de los aliados, la cual se basó en sus puntos fuertes: la casi innata capacidad de atrincheramiento y el ser de los mejores luchadores cuerpo a cuerpo del mundo.
La invasión alemana de los Balcanes y Grecia arrolló a los británicos, y el
28º batallón recibió su bautismo de fuego. Tras la primera fase de la invasión las fuerzas británicas fueron avasalladas por las del Eje, por lo
que hubieron de retirarse; esto llevó a los maoríes al legendario paso de las Termópilas,
donde tomaron las mismas posiciones defensivas que Leónidas y los 300. Nos quedará siempre la duda de si se habrían ganado el respeto de los espartanos, pero, tras recibir las
órdenes de evacuación, extensivas a todas las tropas de la Commonwealth, fueron
embarcados tras sufrir importantes bajas.
Su siguiente destino fue Creta, como parte de la guarnición que debería
defender la isla de la única gran operación aerotransportada de la Wehrmacht: la rompedora operación
Merkur. Aunque no se lanzaron paracaidistas germanos en su zona, pronto hicieron
honor a su capacidad de asalto; intentando liberar a otro batallón británico copado en un aeródromo protagonizaron varias cargas a bayoneta
calada que infligieron graves daños a las tropas nazis. Pese a la encarnizada defensa aliada la patria
del rey Minos sucumbió a la
invasión alemana, y los británicos tuvieron que retirarse una vez más. Durante
la evacuación numerosos maoríes se ofrecieron voluntarios para quedarse en las
playas y cubrir el repliegue de sus camaradas.
Maoríes en África del Norte Contenido libre de Wikimedia |
Egipto fue la siguiente parada de su periplo, y donde consiguieron su temible reputación. Tras el entrenamiento
necesario para que se aclimataran al desierto, y tras recibir algunos refuerzos
tras las fuertes bajas sufridas, a finales del 41 avanzaron hacia Libia, donde
consiguieron importantes victorias; su
habilidad con las bayonetas les hizo ganarse rápidamente la fama de “cazadores
de cabelleras” y el respeto del propio Erwin Rommel, de quien se cuenta que
llegó a decir “¡Dadme al batallón
maorí y conquistaré el mundo!”. Durante toda la campaña del Norte de África
forjaron su leyenda como uno de los mejores batallones, eso sí, a costa de
grandes bajas, al ser, lógicamente, empleados en la primera línea de los
combates más feroces.
Derrotado el Afrika
Korps y con el norte del
continente negro dominado al fin por los aliados, el 28º batallón llegó a su
último escenario bélico en Octubre del 43: Italia. Su primer combate en este
frente no tuvo lugar hasta Enero del 44, y fue en el pueblo de Orsogna, donde sufrieron un severo castigo por parte de la artillería alemana que
les obligó a retirarse. Participaron también en la batalla de Montecassino, y de nuevo se vieron obligados a una
retirada debido a la irrupción de panzers
en sus posiciones. Las pérdidas sufridas les mantuvieron apartados de los
principales combates durante meses, pero se cree que como desquite fueron los
primeros en entrar en Florencia en Agosto, y decisivos en los combates de la parte final
de la guerra, en torno a Trieste. Acabada la guerra en
Europa, se planteó su envío al Pacífico (¡a casa!) para combatir a los nipones,
pero el fin de la guerra llegó antes de su vuelta. Aunque el 28º batallón maorí
se disolvió oficialmente, parte de sus integrantes formaron parte de las tropas
de ocupación de Japón.
Te Moananui-a-Kiwa Ngarimu, primer maorí en recibir la VC. Imagen extraída de aquí. |
A lo largo de la contienda, 3.600 hombres formaron parte del batallón. De
ellos, 649 murieron, 1.712 fueron heridos y 267 fueron capturados o
desaparecieron; su posición habitual de punta de lanza de las ofensivas cuerpo
a cuerpo les llevó a sufrir este gran porcentaje de pérdidas. Sin embargo, el
28º maorí recibió más condecoraciones individuales al valor que ningún
otro batallón neozelandés; esto incluye a un poseedor de la Cruz Victoria (se han otorgado apenas 1.356 en 150 años, bastante poco teniendo en cuenta que Gran Bretaña y sus colonias han estado envueltas en casi todos los saraos bélicos en ese periodo), y la recomendación de la misma para un sargento. Se considera a este
batallón uno de las mejores fuerzas de infantería de la historia reciente.
Las principales fuentes de información han sido esta página, y esta otra, y, por supuesto, esta página neozelandesa. Espero que hayan disfrutado de esta
pequeña investigación; a mí, al menos, me ha confirmado que, definitivamente,
sea en el rectángulo de Ellis, o en cualquier otro campo de batalla
donde el combate en distancias cortas marca la diferencia, es mejor tener a
estos hombres en nuestro bando que en el contrario.
E haere rā!
Juan
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