¿Cómo dar referencias técnicas?
¡Eso del
sistema métrico es un instrumento del demonio! Mi coche mide 40 varas y 13
celemines, y de ahí no habrá quien me saque, ¡leñe!
Abuelo
Simpson
Como ya explicó de manera impecable Roberto en sus artículos sobre cómo
citar correctamente, parte I, parte II y acerca de los mapas, no hacer las merecidas y correspondientes menciones de nuestras fuentes
constituye delito de lesa majestad en un buen trabajo. En una especialidad como
la investigación histórica a primera vista no debería ser frecuente tener que
hacer referencia a datos técnicos, pero en más ocasiones de las que pudiera
parecer habrá que hacerlo; en ingenierías y similares es habitual también, en
la sección estado del arte, situar el tema
tratado en su marco histórico. La idea que deseo transmitirles en esta entrada
es la necesidad no solo de ser exquisitamente escrupulosos a la hora de citar
dichos datos técnicos, si no, sobre todo, de entender lo que significan aunque
no pertenezcan a nuestra especialidad profesional.
Al hablar de este tema me viene a la cabeza la conocida frase de Hipócrates: “ars longa, vita brevis”. No
podemos ser expertos en todo, ni aunque nos lo propongamos, tal como la altura
de la torre de libros que conforman mi particular lista de espera atestigua.
Por grande que sea nuestra curiosidad, no podemos ser historiadores, lingüistas,
botánicos, zoólogos, médicos, ingenieros, arquitectos, músicos y paleontólogos
a la vez; el loable espíritu de la areté griega (permítanme en
este caso usar el significado de la búsqueda del conocimiento general), o del renacimiento, al más puro estilo de Leonardo, solo
tenía sentido en su marco geográfico e histórico. En el siglo XIX toma forma,
al fin, la Ciencia con mayúsculas su forma actual, desprendiéndose de lastres
como las pseudociencias (lamentablemente algunas aún permanecen vivas entre
nosotros) y, por desgracia, debido a la gran especialización que comienza a
requerir desde entonces, renunciando a parte del humanismo que la había
revestido tradicionalmente.
Sin embargo, para cualquier persona formada, tan importante es poder
manejar matemáticas básicas cómo escribir sin faltas de ortografía. La falsaria
división de los estudios y los profesionales en “de ciencias y de letras”
enturbia la necesaria interdisciplinariedad en nuestra vida; tan grave me
parece en un profesional de la comunicación, la lingüística o la historia un
mal manejo de datos técnicos como en un ingeniero, médico o economista escribir
con una gramática de primaria. Lógicamente no podemos pedir a un estudiante de
filología germánica que calcule integrales triples, ni a un físico que traduzca
textos de Tácito, pero a ambos podemos pedirles que, razonablemente, sean
capaces de entender información básica de disciplinas ajenas a las que
conforman su perfil profesional. Para que entiendan mejor lo que quiero decir,
les ruego que cuando puedan peguen un vistazo a esta entrevista.
Termómetro con escalas Celsius y Farenheit Imagen extraída de aquí |
Llegados a este punto, ¿qué hacer si es preciso en nuestro estudio dar un
dato técnico que no entendemos, o del que no estamos seguros? Como siempre,
preguntar; ya conocen el proverbio chino que reza que quien no sabe y pregunta
pasa por ignorante un instante, pero el que no pregunta permanece en la
ignorancia. No den nada por supuesto, ya que algo aparentemente obvio o
intuitivo puede pasarnos desapercibido si no estamos acostumbrados a manejarlo;
por ejemplo, no sé cuantos de ustedes saben que hablar de temperaturas
inferiores a 273 grados bajo cero no tiene sentido si no añadimos que la escala
usada es Fahrenheit, usada en los países de habla inglesa; de estos suelen provenir la mayor
parte de noticias de tipo científico, y no es la primera vez
que en el telediario salen datos como que “la temperatura en la superficie de
Marte es inferior a los -300º bajo cero”. Doble burrada… ni esa temperatura es
viable en la escala que usamos comúnmente, y si está bajo cero, el “menos“
implicaría positivo. Pueden consultar a algún conocido ducho en la materia
correspondiente, o si no, a nuestro moderno oráculo de cabecera, Google. Hace
una temporada les expliqué una serie de técnicas para hacer búsquedas eficaces, que tal vez consideren necesario revisar en este punto. Lógicamente, en
cualquier biblioteca virtual, deberían poder encontrar la bibliografía necesaria.
Uno de las cosas básicas a recordar es que los datos no deben usarlos en el
sistema métrico periodístico, deleznable técnica de aborregamiento de masas consistente en medir las áreas en campos de fútbol y los volúmenes en piscinas
olímpicas. Aparte de que este sistema de referencia presupone que toda la
audiencia está interesada en las disciplinas deportivas, el hecho de realizar
la equivalencia de 1 campo de fútbol = 1 hectárea es ya una aproximación muy
burda. Teniendo en cuenta que continuamente se oyen barbaridades como dar
radios en metros cuadrados, hablar de temperaturas imposibles, confundir
moluscos con crustáceos, etc., uno a veces se pregunta si los medios de
comunicación de masas son tan malos porque no tienen interés en informar
debidamente sobre nada que no sea política o deporte, o porque directamente no
interesa que la ciudadanía se culturice; ni siquiera la frase de encabezado de
este artículo puede igualar algunas de las perlas que se pueden llegar a escuchar
en un telediario. Soltada esta filípica, les recomiendo que
lean este otro artículo, particularmente interesante; lean, lean, yo les espero aquí.
Explicado esto, tal vez algunos se pregunten cuando puede tener un
historiador necesidad de manejar datos técnicos; la respuesta es: con
frecuencia. Y a la hora de realizar estos incisos técnicos, lo más importante
es entender el dato nosotros mismos, porque si no es complicado poder
transmitirlo debidamente. Esto implica contextualizarlo también: no confundir
millas y kilómetros, acres y hectáreas, escalas térmicas, traducciones como billions por billones o corn por maíz si estamos hablando de la
época romana, etc. No siempre será fácil, lógicamente, pero es preciso hacer un
pequeño esfuerzo al respecto; puede que incluso la comprensión de algún
concepto o sus cálculos les sorprendan y les lleven a elaborar una teoría
propia sobre algún hecho histórico.
Por ejemplo, si conocen el lugar donde tuvo lugar una batalla y las fuentes
hablan de un número de tropas sorprendente, tal vez puedan hacer una estimación
sobre la imposibilidad de que pudieran maniobrar las mismas en dicho espacio y
por tanto buscar otro enfoque sobre la causa de la derrota de uno de los bandos;
esto suelo comentarlo acerca del combate más conocido en mi tierra, la batalla de Covadonga, al ver en los textos medievales menciones a torres de asedio y
catapultas… si son ustedes capaces de subir las mismas, monte arriba, hasta los
pies de la cueva, les pago una ronda de cervezas. Poder calcular volúmenes o
superficies de forma básica puede tener también interés al hablar sobre la
construcción de monumentos como las catedrales o las pirámides, o
infraestructuras, como las vías romanas. Si queremos hacer un estudio sobre la
evolución de las armas, sin duda un poco de física básica que explique la gran
mejora que supuso el cañón estriado puede ayudarnos; en la misma línea, no olviden que los franceses perdieron la batalla de Crécy por no tener
claro que los arcos largos ingleses tenían mayor alcance que las ballestas de
los genoveses. Igualmente, conocer bien las plantas que crecen en una región, y
los efectos de las mismas en el organismo, nos ayudará a comprender mejor
algunos hechos sobre los casos de brujería; tal es el caso del últimamente tristemente
célebre estramonio.
Por otra parte, como ya he mencionado, la perversa separación de los campos
de conocimiento en ciencias y letras puede llevarnos incluso a falsear la
importancia de algunos personajes históricos. Genios como Newton o Descartes
son muy complejos de analizar sin romper esa moderna y artificial barrera, ya
que el padre de la teoría de la gravitación universal, puede que el hombre más
inteligente del que se tiene noticia, puede ser considerado a su vez el último
gran mago; el francés, famoso por su labor en la filosofía, es también uno de
los grandes matemáticos de la historia; por ejemplo, da su nombre a las coordenadas cartesianas. Podríamos hablar mucho sobre estas dicotomías en referencia a otros
grandes personajes como Pitágoras, Aristóteles, Benjamin Franklin, Leonardo da
Vinci o d’Alembert. En resumen, que dependiendo del trabajo que nos ocupe
podemos acabar pareciendo la Enciclopedia Británica, pero el esfuerzo realizado redundará en una mayor
calidad del trabajo, y, por tanto, en mayor credibilidad y prestigio. Y llegado
el caso, en mayor tasa de victorias en el Trivial.
Monasterio de El Escorial Contenido libre de Wikimedia |
Para finalizar, y aprovechando que aun sigue en El Retiro la feria del libro, me permito aconsejarles la lectura de Breve historia de casi todo, de Bill Bryson, que dará a los duchos en humanidades que lo deseen un barniz en las principales disciplinas científicas (sobre todo en su historia y logros) de forma bastante amena. Y, a modo de curiosidad y, ahora sí, de colofón, les hablaré de la página howbigreally. Permite comparar, sobre los mapas proporcionados por Google Maps, los tamaños y
longitudes reales de lugares y monumentos, actuales e históricos. Puede ayudarles
a hacerse, de forma intuitiva y visual, una idea de las verdaderas dimensiones
de los mismos, e incluso usar la imagen como referencia en función de lo que se
pretenda exponer. O, al menos, siempre puede quedar más irónicamente elegante
dar una superficie en “monasterios de El Escorial” que en “campos de fútbol”,
¿no creen?
Cuídense.
Juan.
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