"Pensar las Humanidades" con Peter Burke: retos y alternativas ante la híper-especialización del conocimiento.
Cartel promocional de las jornadas (Museo Reina Sofía) |
Hace apenas tres
semanas, el historiador Peter Burke volvía a España de la mano de la facultad
de Geografía e Historia de la UNED y el Museo
Reina Sofía. Su última visita a nuestro país fue en el año 2013, invitado
por el Centro
de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). En el debate allí propuesto, Burke
nos dejó interesantes reflexiones sobre el lugar del saber dentro de la
reivindicación de espacios que no se rijan por la medida del valor de mercado,
sino por la noción de lo que es útil para toda la comunidad.
A nosotros los
historiadores nos regaló además varias joyas sobre temas aún tan candentes como
puede ser el de nuestro papel en las sociedades del siglo XXI, la importancia
de la imaginación al escribir historia o la propia enseñanza de la disciplina, tal
y como podéis leer en la magnífica entrevista que por entonces le hizo Revista
de Letras.
El historiador británico Peter Burke en 2013 (Globo-Universidade) |
La conferencia se
celebró en la Sala de
Protocolo del Edificio Nouvel, donde se habilitó un gran número de sillas para
el heterogéneo público asistente (un saludo desde aquí a los simpáticos alumnos
y alumnas senior de la UNED) que llenó
casi completamente el aforo desde mucho antes de las 18.00 de la tarde. La
Organización tuvo así mismo el gran detalle de grabar las conferencias en vídeo
de alta calidad (podéis verlas pinchando aquí), así como de
habilitar para quien lo necesitase un servicio gratuito de traducción
simultánea.
Como dejamos caer sin
disimulo en varias ocasiones por nuestras redes sociales, éste era un encuentro
muy esperado para nosotras por dos razones: la primera, por poder escuchar en
directo a un historiador vivo tan influyente como Peter Burke; y la segunda,
pero no menos importante, para tomar buena nota de lo que el experto tenía que
decir acerca de problemas que a los investigadores noveles hoy nos tocan de
lleno: de qué manera debemos plantear nuestras investigaciones en la actualidad.
No en vano, durante la escasa hora y media que duró su intervención, el
profesor Burke nos ofreció una completa historia de la especialización del
conocimiento, señalando los retos y dificultades que tenemos ante nosotros a
fin de resistir ante su arrollador avance.
Portada de 2006, 171 p. (Studia Humanitatis) |
Nacido en Londres en 1937, Burke fue profesor de historia cultural en diversas universidades como Sussex o Cambridge hasta su jubilación, aunque en la actualidad continúa como Life Fellow en el Emmanuel College. Durante esa abultada trayectoria ha publicado más de una veintena de libros sobre el Renacimiento italiano y la cultura popular de la Europa Moderna que posteriormente han sido seguidos por miríadas de historiadores. Efectivamente, podemos decir sin temor a exagerar que Peter Burke resulta ser un autor auténticamente generacional. Muchos de nosotros, alumnos de Historia o Historia del Arte, nos hemos sentido incluso como una especie de “nietos académicos” suyos, como en mi caso personal tras pasar por las excelentes clases de Antropología cultural de la Europa Moderna que impartía la profesora Mª José del Río en la UAM.
La aportación
principal de Peter Burke consistió en dar forma a este campo híbrido que es la
historia cultural, tras revisitar la gran obra decimonónica de Jacob Burckhardt, La cultura del Renacimiento en Italia (1860). Distanciándose del positivismo de su
contemporáneo y mentor Leopold von Ranke,
Burckhardt pensaba que, más allá del método historicista, el aspecto más
importante a la hora de abordar una investigación histórica eran las preguntas particulares
que se realizaba el historiador, su manera de interrogar a las fuentes: en definitiva, reivindicaba la subjetividad. En los últimos tiempos, Peter Burke ha mostrado interés por temas como el hibridismo cultural, el mundo digital o los retos y problemas de la híper-especialización de las Humanidades, detectados tras una experiencia de tantos años como la suya propia.
En este contexto, la conferencia empezó reivindicando la importancia de la interdisciplinaridad, término muy en boga durante la última década, pero que a menudo queda en papel mojado a la hora de abordar la elaboración de un plan de estudios universitario. Y es que para Burke se muestra también complicada de organizar, pudiendo depender indistintamente del hacer de individuos particulares, grupos o instituciones. No obstante, a partir de su experiencia personal, considera que la mejor manera de intentar alcanzarla es mediante la tertulia en grupos reducidos con miembros procedentes de distintas especialidades.
Esta tendencia a la
especialización no es nueva, sino anterior incluso a la aceleración sufrida
durante los últimos 200 años. Desde el nacimiento de la imprenta hasta mediados
del siglo XVI aproximadamente, los contemporáneos ya se encontraron con un
problema parecido al de nuestros días: se vieron rodeados por un auténtico
“océano de libros” donde les daba la sensación de ahogarse (¿os suena a la “sobrecarga
de información” de nuestros días?).
No fue la única causa de aquella “crisis del conocimiento”. Desde la Baja Edad Media, los profesores impartían clase en distintas facultades, e incluso en distintas instituciones por toda Europa, pese a la división tradicional entre Teología, Derecho y Medicina. Esta situación se mantuvo hasta el siglo XVIII, con la llegada de la Ilustración y el Enciclopedismo. Fue en este contexto cuando distintos autores (entre ellos, Adam Smith) apostaron por una especialización del trabajo, donde no dudó en incluir también el de tipo intelectual.
Una segunda fase de “sobrecarga” se sucede ya en el siglo XIX, momento en que el número de universidades y facultades crece (pero a su vez no se permite a sus docentes impartir clase en otra facultad que no sea a la que están asignados). El conocimiento académico se desintegra. Se popularizan palabras de nuevo cuño como “experto” o “científico”: figuras orientadas a la asesoría especializada a gobiernos o en procesos judiciales. Durante el siglo XX no hace sino acelerarse esta tendencia ante el fuerte ambiente competitivo donde resulta fundamental distinguirse o diferenciarse de otros perfiles.
El resultado ha sido que de allí a esta parte ha habido una enorme proliferación de disciplinas, fenómeno especialmente notable en el campo de las ciencias naturales, pero en modo alguno ausente de las humanidades. Por el camino, naturalmente, también se han dado resistencias o diversas respuestas al proceso de especialización (desde las más modestas a las más ambiciosas), percibiendo Burke como más efectivas las iniciativas menos formales.
¿Pros y contras de la especialización? Siendo como se percibe, un mal necesario, entre sus ventajas estaría la adquisición de nuevos conocimientos, si bien también conllevaría una mayor estrechez de mente y reducción del campo de visión a la hora de abordar una problemática determinada. En estos momentos nos encontramos justamente en la tercera fase de esta tendencia de expansión y especialización (crisis of digital age). Si bien Burke no supo dar una receta infalible para el futuro, sí cree que nos brinda una inmejorable oportunidad para cuestionarnos la situación de la insularidad intelectual.
¿Qué pensáis por la sala? ¿Qué soluciones propondríais? ¿Está el remedio en las instituciones, al margen de ellas o frontalmente en contra? ¿Depende de los individuos, de la propia naturaleza de la investigación que desarrollan?
En este contexto, la conferencia empezó reivindicando la importancia de la interdisciplinaridad, término muy en boga durante la última década, pero que a menudo queda en papel mojado a la hora de abordar la elaboración de un plan de estudios universitario. Y es que para Burke se muestra también complicada de organizar, pudiendo depender indistintamente del hacer de individuos particulares, grupos o instituciones. No obstante, a partir de su experiencia personal, considera que la mejor manera de intentar alcanzarla es mediante la tertulia en grupos reducidos con miembros procedentes de distintas especialidades.
Aula antigua de la Universidad de Salamanca (Wikipedia) |
No fue la única causa de aquella “crisis del conocimiento”. Desde la Baja Edad Media, los profesores impartían clase en distintas facultades, e incluso en distintas instituciones por toda Europa, pese a la división tradicional entre Teología, Derecho y Medicina. Esta situación se mantuvo hasta el siglo XVIII, con la llegada de la Ilustración y el Enciclopedismo. Fue en este contexto cuando distintos autores (entre ellos, Adam Smith) apostaron por una especialización del trabajo, donde no dudó en incluir también el de tipo intelectual.
Una segunda fase de “sobrecarga” se sucede ya en el siglo XIX, momento en que el número de universidades y facultades crece (pero a su vez no se permite a sus docentes impartir clase en otra facultad que no sea a la que están asignados). El conocimiento académico se desintegra. Se popularizan palabras de nuevo cuño como “experto” o “científico”: figuras orientadas a la asesoría especializada a gobiernos o en procesos judiciales. Durante el siglo XX no hace sino acelerarse esta tendencia ante el fuerte ambiente competitivo donde resulta fundamental distinguirse o diferenciarse de otros perfiles.
El resultado ha sido que de allí a esta parte ha habido una enorme proliferación de disciplinas, fenómeno especialmente notable en el campo de las ciencias naturales, pero en modo alguno ausente de las humanidades. Por el camino, naturalmente, también se han dado resistencias o diversas respuestas al proceso de especialización (desde las más modestas a las más ambiciosas), percibiendo Burke como más efectivas las iniciativas menos formales.
¿Pros y contras de la especialización? Siendo como se percibe, un mal necesario, entre sus ventajas estaría la adquisición de nuevos conocimientos, si bien también conllevaría una mayor estrechez de mente y reducción del campo de visión a la hora de abordar una problemática determinada. En estos momentos nos encontramos justamente en la tercera fase de esta tendencia de expansión y especialización (crisis of digital age). Si bien Burke no supo dar una receta infalible para el futuro, sí cree que nos brinda una inmejorable oportunidad para cuestionarnos la situación de la insularidad intelectual.
¿Qué pensáis por la sala? ¿Qué soluciones propondríais? ¿Está el remedio en las instituciones, al margen de ellas o frontalmente en contra? ¿Depende de los individuos, de la propia naturaleza de la investigación que desarrollan?
Eliseo Solís Mora, Dibujo en red, 2006 (Espacio Levitante) |
Me encanta el concepto de "sobrecarga de información" del siglo XVI, de verdad. Poco que añadir, ya que la historiografía es mi punto flaco, quizás por haber estado demasiado metida en mi "cápsula" de documentos, documentos y más documentos. Quizá eso sea también culpa de la especialización
ResponderEliminarSí, la verdad es que es sorprendente encontrarse con esos paralelismos tan curiosos. ;) A nosotras nos sirvió sobre todo para reflexionar sobre el modo en que hacemos nuestras investigaciones históricas y cómo a veces este "encapsulamiento" del que hablabas nos pone unas orejeras que limitan nuestra visión del problema a resolver. ¡Muchas gracias por leernos! :)
ResponderEliminar