Ebook: manual de supervivencia (I)
La
palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha.
Michel de Montaigne
Hace
ya algún tiempo que comentamos por estos lares la tecnología del ebook, o libro electrónico. Este, poco a poco, va aumentando
su cuota de mercado, gracias a su comodidad y capacidad de ahorrar espacio en las atiborradas estanterías
de los que somos auténticos yonquis de
la tinta, además de su capacidad de trascender el texto gracias a los libros
enriquecidos.
Pero
sigue suscitando un importante debate en
torno al mismo: que si la piratería, que si no es lo mismo que un libro en
papel, que si el daño
que hace a las pequeñas librerías, que si no
se retiene la información igual, que si no es lógico que
tenga un IVA 5 veces superior al libro convencional…
Hoy
no pretendo, ni mucho menos, zanjar el debate, ya que todos los actores tienen su parte de razón en el mismo. Vaya por
delante que yo soy de los que opina que es un grandísimo avance, pero que
debemos tener en cuenta que el formato
tradicional y el electrónico están condenados a coexistir. Un poco de humor al respecto, por cierto:
Si
bien siempre he tenido algo que leer entre las manos (incluyendo cómics y
lecturas técnicas), nunca he sido muy fetichista
del libro como objeto en sí: ni me emociona el olor a tinta como a otros,
ni los valoro más por una encuadernación particularmente cuidada, y a veces me
agobia la cantidad de sitio que ocupan libros que probablemente nadie vuelva a
tocar en años. Lo que realmente valoro
es el contenido, no el continente.
Libro en papel contra libro electrónico. Imagen de theawkwardyeti.com |
En todo caso, sí que
reconozco que hay algunas ediciones auténticamente maravillosas, que en ningún
caso podrán ser sustituidas por el formato electrónico, ya que en esos casos el libro es un objeto que va más allá del texto. Es
el caso de la que me regalaron de ensayos
de Montaigne ilustrados por Dalí, o aquella que regalé yo de
cuentos
de Poe traducidos por Cortázar e ilustrados por Benjamín Lacombe.
Ahora
bien, si nos ceñimos a los libros en ediciones convencionales (el 95% de los
que leemos), las ventajas del ebook para mí son indiscutibles: no ocupan espacio en nuestras cada vez
más pequeñas viviendas, son más
manejables ya que abulta lo mismo en las manos un libro de 200 páginas que
uno de 1.500, podemos llevar en memoria
del dispositivo una biblioteca completa, ajustar el tamaño de letra a la más cómoda para la lectura, y son más baratos (aunque a menudo no
todo lo que podrían).
Cuentos macabros de Poe, ilustrados por Benjamín Lacombe Imagen de El otro viento. |
<engineer mode: on>
Con
lo cual, si nos ceñimos a los aspectos
de gestión del contenido, esta tecnología ofrece un avance indudable.
Siempre podemos optar por una postura neoludita,
claro, pero a mi entender, además de responder a una visión cortoplacista, es
muy probable que esta postura traiga muchas más desventajas que beneficios.
La
cuestión es que la digitalización de la
información supone la tercera revolución en la difusión de la misma ya que la hace prácticamente ubícua, tras la
propia invención de la escritura hace unos 7.000 años, y de la imprenta hace
550; si bien, lógicamente, el cambio de paradigma no es fácil (aún vamos a
tardar tiempo en encontrar un modelo estable), es preciso asumir que en el
siglo XV el gremio de amanuenses y los fabricantes de pergaminos debieron también
sufrir una importante crisis sectorial. Nunca me cansaré de recomendar el
visionado de este video para comprender, de forma cómica, el cambio que estamos
sufriendo y lo que supone la resistencia al mismo:
<engineer
mode: off>
Por
otra parte, tampoco se puede esperar que
el libro electrónico se haga con el 100% del mercado (y dudo mucho que siquiera
con el 50%, a medio plazo). El
libro tradicional también se enriquece y revaloriza, espoleado por las
circunstancias. Las ediciones para coleccionistas, las sesiones de estudio con
distintos papeles a la vista, la posibilidad de subrayar y tomar notas
calígrafas sobre el papel (aunque creo que en no mucho tiempo tendremos esta
opción en formato electrónico), y el encanto que tiene para mucha gente el
libro como objeto garantizan la supervivencia del formato “árbol muerto”.
Estando en pleno proceso de
cambio es aún complicado identificar de forma inequívoca cuales serán los
formatos y nichos, y sin duda harán falta estudios etnográficos complejos para poder llegar a tenerlo
claro, aunque algunos casos empiecen a vislumbrarse.
El libro electrónico aporta un formato de lectura nuevo, con mucho que aportar. No se trata de un rival, si no de un aliado. Lo importante es que se difundan y lean buenos libros y textos, independientemente del soporte usado. Imagen de Que.es |
En
una posterior entrada hablaremos con más detalle sobre donde podemos conseguir
libros gratuitos de forma totalmente legal, y sobre autoedición.
Hasta
entonces, cuídense.
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