El futuro ya no es lo que era (III)
Dentro de 100 años, los
ordenadores serán el doble de rápidos, 10.000 veces mas grandes, y tan caros
que sólo los cinco reyes más ricos de Europa podrán tener uno.
Profesor Frink (Los
Simpson)
Hoy, con este blog a punto de cumplir los dos años (la primera entrada fue el 11/02/11), en los que ha recibido más de 25.000 visitas, les propongo, entroncando con las entradas anteriores, un ejercicio tan interesante como divertido: una
recopilación de predicciones sobre el futuro realizadas en el pasado
(principalmente el siglo XIX y principios del XX). En algunos casos las
predicciones fueron bastante acertadas, y en otras, no puede uno más que
sonreír ante la aparente ingenuidad de las mismas. Citaré aquí como una de las principales fuentes bibliográficas una de
las joyas de mi biblioteca personal, Las
comunicaciones en la ciencia ficción, de Antonio David Vizcaíno Gómez,
que analiza detalladamente el tema centrándose en mi especialidad.
Como mencioné ya en la segunda entrada de esta
miniserie, fue a partir del siglo de las luces
cuando la humanidad comenzó a conjeturar sobre el mundo de décadas o siglos más
tarde basándose en una combinación de conocimientos científicos, imaginación, y
fe en el progreso. El boom de la
literatura de ciencia-ficción en el siglo XIX actúa en buena medida como catalizador de los
avances, al excitar la imaginación de la sociedad (presente y futura). Sin
duda, el gran maestro de su época fue Julio
Verne; aun hoy sus novelas resultan tan amenas como excitantes, y es
sorprendente comprobar como acertó con muchas predicciones; hoy día hemos
pisado nuestro satélite (De la Tierra a
la Luna), y disponemos de máquinas que viajan bajo el agua (20.000 leguas de viaje submarino), faxes
y motores de explosión (París en el siglo
XX) y helicópteros (Robur el
Conquistador). Aunque erró en otras cosas (por imposibles), como en Viaje al centro de la Tierra, sus
predicciones resultaron certeras también en algunos aspectos sociales, como la
aparición de los totalitarismos
(Los 500 millones de la Begún) o
la liberación
de la mujer (París en el siglo
XX), aunque en este aspecto no
parecía ser muy partidario al hablar de ello como una masculinización.
Posteriormente H.G. Wells, si
bien erró más en sus predicciones, (no nos han atacado los marcianos como en La
guerra de los mundos, no hemos logrado desaparecer de la vista, como en El
hombre invisible, ni hemos viajado al pasado ni al futuro, como en La
máquina del tiempo), introduce mayor peso de la ciencia en sus tramas, ya
que Verne, en general, la usaba más como trasfondo de novelas de aventuras. En
todo caso, sí que atinó también con temas como la llegada a la Luna, la
liberación femenina, y la crudeza de las guerras futuras (que, para su
desgracia, llegó a ver, al fallecer en 1946).
El icónico robot de Metrópolis, el cual inspiró al lucasiano C3PO. Imagen de aquí. |
Sin entrar en excesivo detalle, pues podríamos pasarnos días hablando
de los aciertos y errores de los grandes escritores de ciencia-ficción, resulta
también muy curioso analizar las temáticas de las predicciones en cada época.
Me ha resultado apasionante la página www.paleofuture.com,
que permite ver, por décadas, algunas predicciones realizadas en el pasado. Algunas
invitan a la sonrisa (especialmente las referidas a la moda del futuro, como ésta),
pero otras dan que pensar. En la década de 1890 abundan las predicciones acerca
de máquinas voladoras, y el primer vuelo de los hermanos Wright se
realizó en 1903. Es en esa época también, en la que comienza la
radiotransmisión, en la que comienzan a verse predicciones sobre telefonía
móvil. Con la aparición de la obra de teatro R.U.R. de Karel Čapek en 1921, comienzan a aparecer
las referencias a robots (del checo robotnik, servidumbre), incluyendo al
icónico que aparece en Metrópolis,
de Fritz Lang, de 1927.
Con la aparición del helicóptero en los 40 la imaginación se dispara en torno a
nuevos medios de transporte, y llega la edad dorada de la Sci-Fi en los 50 en
paralelo a la carrera espacial entre EEUU y la URSS.
Este
somero análisis nos deja claro que hay una clara correlación (más bien
realimentación en muchos de los casos) entre el género y la realidad de la
tecnología; el mejor ejemplo es el caso del genial Arthur Clarke.
Conocido principalmente por su impagable “2001: una odisea en el espacio”
(si sólo han visto la genial película de Stanley Kubrik no dejen
de leer la novela, les aclarará algunas de las lagunas que quedan – aposta - en
el film), fue una de las primeras personas en trabajar en la implementación de satélites artificiales; en su
honor, la órbita geoestacionaria a 36.000 km de altitud se denomina la órbita de
Clarke. Recomiendo leer también Cita con Rama (las secuelas
son interesantes pero la príncipe es la realmente impactante). Como anécdota,
el líder de la tripulación protagonista, el comandante Norton, dio
nombre a un programa informático… ¡Socorro, que lejos me queda ya!
En
todo caso, la tecnología no lo es todo en el progreso, por más que sea lo que
salta a la vista en el género. Y no lo es en varios sentidos, ya que es tan
importante disponer de la tecnología como saber apreciar sus usos e intuir
cuales pueden ser las implicaciones en la sociedad. Por ejemplo, por más que
como ya mencionamos en la entrada anterior existiese un subgénero de “guerras futuras” en las que la
tecnología sería capaz de producir niveles de bajas nunca vistos previamente en
el campo de batalla, los ejércitos occidentales fueron incapaces de imaginar
que ese fuera el escenario real de la Primera Guerra Mundial. La capacidad de
destrucción de la ametralladora, las nuevas piezas de artillería, la irrupción
de la aviación
y el carro
de combate o los gases venenosos generaron una mortandad nunca vista debido
a la falta de adaptación de las tácticas militares. A día de hoy, uno no puede
dejar de esbozar una sonrisa ante frases como estas:
La
aviación está bien como deporte, pero es inútil como instrumento bélico.
General
Ferdinand Foch, profesor de estrategia, Ecole Superieure de Guerre (1911)
Esta
absurda idea de disparar un proyectil a la Luna es un ejemplo de cómo la más
extremada y viciosa especialización puede arrastrar a los científicos que
trabajan en compartimentos estancos… El proyecto resulta básicamente imposible.
A.W. Bickerton, divulgador científico (1926)
Como invento, el teléfono es
extraordinario, pero ¿para qué podrá servir?
Rutherford Birchard Hayes, presidente de los EE.UU.
(1876)
Mi invento podrá ser disfrutado como
curiosidad científica, pero comercialmente no tiene el más mínimo interés.
Louis Lumiere, inventor del cinematógrafo (1865-1948)
Todo lo
que podía inventarse, ya se ha inventado.
Charles H. Duell, oficina de patentes de EEUU (1899)
Lo bien que vendría tener uno los lunes por la mañana... Imagen de aquí |
Pero como digo habitualmente, los antiguos eran antiguos, pero no
gilipollas. ¿Cómo es que no supieron prever los futuros usos de estas
tecnologías? Pues por lo mismo que hace apenas unos 15 años grandes compañías
tecnológicas fueron incapaces de prever el boom de Internet, y hace
menos, la implantación del mismo en el móvil; en este
enlace podemos ver un curioso gráfico con las predicciones fallidas. Y es
que, pese a la imaginación de algunos genios, y al esfuerzo invertido por los think tanks, el futuro
sigue siendo capaz de sorprendernos; las predicciones realizadas tras estudios
razonables se basan en tendencias en el momento de realizarlas, probabilidades y
en sucesos conocidos. No creo que mucha gente previese el 10 de Septiembre de
2001 lo que iba a pasar el
día siguiente, y cómo cambió el mundo. A veces nos sorprende con avances
que no se habían tenido apenas en cuenta, o con sus usos. Por ejemplo, los avances médicos
(uno de los campos que más ha mejorado nuestra calidad de vida en los últimos
100 años) no han sido, en general, bien predichos (salvo, tal vez, de forma
genérica), y en este caso la realidad ha superado a la ficción. Pero para los
visionarios de los años 60 sería decepcionante comprobar que no tenemos colonias en
Marte, no hay robots
que hacen todas las tareas por nosotros (aunque cada vez hay más) ni vamos al
trabajo en coches
voladores, ya que la sociedad no los ha demandado realmente… aunque
probablemente hubieran sido tecnológicamente posibles hoy día de haber
mantenido las líneas de investigación e inversión de aquellos años. De forma
más prosaica, tampoco es que tengamos exactamente estas
cocinas.
Tras
centrarnos hoy en las predicciones tecnologías, hablaremos del tema de las
sociedades futuristas en posteriores entradas, y haremos una parada en el
fenómeno recíproco: las ucronías y el steampunk.
Hasta entonces, cuídense.
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