Del sol de la Toscana a las brumas de Escocia
Por buena que sea la cuna, mejor es la buena crianza.
Proverbio escocés
Los aficionados al deporte tal vez se hayan dado ya cuenta de que hay algunos apellidos de sonido italiano que aparecen en pantalla acompañados de la Saltire. Paul di Resta, el piloto de Force India que está siendo la revelación del año en la F1, puede que sea el último ejemplo notorio. Pero los aficionados al noble deporte del balón ovalado ya habrán visto que, tras los nostálgicos acordes del Flower of Scotland, en la alineación aparecen nombres como Simon Danielli o Nick de Luca. Actores como Max Minghella o Tom Conti también se ajustan a esta doble característica italo-escocesa, e incluso el arzobispo católico de Glasgow, Mario Joseph Conti, cuenta con esta herencia.
Llevado por la curiosidad he investigado un poco, y he descubierto que, como era de prever, no se trata de ninguna casualidad. Ya desde los tiempos del muro de Adriano los latinos se asentaron en las lowlands; lógicamente los apellidos relacionados no permanecen de forma evidente, ni los descendientes de los mismos pueden considerarse italo-escoceses. Sin embargo, en los tiempos de la diáspora italiana de finales del XIX, no todos acabaron en el Río de la Plata o en Ellis Island; una parte fundó un nuevo hogar en las tierras ancestrales de pictos y escotos. Al estallar la Primera Guerra Mundial una comunidad de 4.000 italianos vivía en Escocia, con Glasgow como principal lugar de concentración. Aunque conformaron una notable comunidad que se extendió por todo el norte de la Gran Bretaña, al estallar la Segunda Guerra Mundial muchos, ya de segunda o tercera generación, fueron internados en campos de prisioneros, tal como ocurrió también en EEUU, aunque en este caso es más conocido el caso de los japoneses. Otros fueron obligados a trabajar en la construcción de defensas submarinas de la vital base naval de Scapa Flow e incluso enviados a las colonias de Australia y Canadá, para evitar actividades de espionaje o sabotaje a favor del Eje, en el que se encuadraba el gobierno fascista de Mussolini.
Superados estos oscuros tiempos, los italianos y sus descendientes lograron un mayor nivel de integración en la vida británica, y a día de hoy, como pueden ver por los ejemplos citados al inicio, son perfectamente comunes los apellidos de dicho origen entremezclados con los McLeod, Cameron o Macauley. Se calcula que hasta en torno a 100.000 personas, el 1,9% de la población de Escocia, tiene origen italiano. En mi próxima visita al último campo de batalla de Escocia me fijaré en la densidad de pizzerías en torno a la Royal Mile, que seguro que visitarán también los azzurri en el correspondiente partido del torneo de las 6 naciones.
La información acerca de este pequeño pedazo de historia, que se materializa desde algo tan aparentemente alejado de la misma como una carrera de F1, la he localizado principalmente aquí y aquí. Vayan un Chianti y un whisky a la salud de los creadores.
Juan Cabezas Alonso
Si lo puedo imaginar, lo puedo crear.
Muy buena investigación Juan!
ResponderEliminarSi me permites añadir una curiosidad sobre los italianos en el extranjero, no te sorprenderá saber que somos famosos por adaptarnos fuertemente a la cultura que nos hospeda y terminamos desapareciendo entre los nativos.
A diferencia de comunidades con perfiles más colectivos, como los chinos o los escandinavos, los italianos no solemos formar comunidades o barrios, sino todo lo contrario. Justo ayer descubrí que hay más de 2000 italianos viviendo en Las Palmas, y conozco a malas penas 4.
Eso sí, hay solo dos formas de pillarnos. Una es por el apellido. Y la otra, evidentemente, es por la gula. Donde haya una buena pizzeria en la que sirvan vino italiano, podrás encontrar italianos a docenas.
Hay otro síntoma, y es la gesticulación... ;)
ResponderEliminarSuerte en la vuelta a tierras transalpinas (o cisalpinas, según se mire). Seguiremos en contacto.