A mí solo me interesa la historia

Hablemos claro, los historiadores que salían de la facultad un par de décadas antes lo hacían mucho mejor preparados que nosotros. No es nuestra culpa pero sí nuestro hándicap. En los planes de estudio antiguos de Historia había parte de Historia del Arte y parte de Geografía, lo que les facilitaba una amplitud de miras que nuestros planes de estudio no nos han proporcionado.

¿Qué ha producido esta “especialización”? Pues que todos los de Humanidades, en general, hemos perdido muchas referencias. Si escucháis, reitero por lo general, a  un historiador del arte tiende a interpretar en exceso la obra de arte sin tener demasiado en cuenta el marco histórico y pasa lo mismo con los historiadores, que “si no tenemos fuentes”, no nos salimos de ahí. Pues hombre, ni tanto ni tan calvo. Y entonces sacamos a colación la famosa palabrita tan de moda ahora: transversalidad.

Más que nada porque a día de hoy ni un Historiador “a secas”, ni uno del Arte, tienen la capacidad para analizar en su conjunto -pongamos por caso- el Salón de Reinos del desaparecido Palacio del Buen Retiro. Y hablo de Arte pero tres cuartas de lo mismo pasa con la Literatura. Mucho Quijote “parriba y pabajo”, pero si no tenemos conocimientos más o menos sólidos sobre Literatura e Historia, mal vamos.
Portada del gran blog de Arte Algargos Arte.
Es decir, ahora mismo somos “super especialistas” en la Casa de no sé quién o en el periodo de no sé cuántos, pero por los laterales se nos escapan detalles no tan nimios a raudales. De nuevo, esta es mi opinión. Nos toca, por tanto, formarnos en esas disciplinas por nuestra cuenta y riesgo, tarea nada fácil dado que ya controlar nuestro propio campo de una manera más o menos efectiva ya es un reto de enormes proporciones. 

Aquí de nuevo me vino a salvar mi trayectoria laboral. Hablaremos a lo mejor algún día de eso, pero os animo a todos a, por lo menos un período, a salir al mundo laboral de la empresa privada. Escuela de muchas cosas y que te obliga a tantas otras. No me pienso ni mejor ni peor, más bien tiendo a lo segundo, que nadie. Pero, y esto es un hecho objetivo, trabajar en una librería durante diez años, a poco espabilado que sea uno como el que os escribe, te obliga a aprender sobre muchas materias que no son la tuya además de hacerte ver cómo funciona el mundo. Distribución, clientes, mundo editorial, etc.

Y sin duda lo que me hizo darme cuenta de mis enormes lagunas en otras materias fue cuando comencé a dar clase en centros culturales. El sueldo es el que es –corramos un tupido velo sobre ello-, lo que te obliga a coger clases de todo lo que te ofrezcan. Yo estoy a punto de lanzarme con el macramé por si me ofrecen la materia. Lo del zumba y el yoga lo tengo francamente complicado… pero que no me vea en la necesidad.

Creo recordar que la primera clase que me ofrecieron fue de Historia del Arte. No era manco en el instituto, pero eso, en el instituto y llevaba por lo menos siete años alejado del estudio del arte. Pues nada, a currárselo tocaba. Y el milagro se produjo. Dando clase me di cuenta de mil y un detalles que relacionaban el arte con la historia. Vale, todos lo sabemos, pero una cosa es saberlo y otra darse realmente cuenta. Un nuevo mundo de relaciones maravillosas se abría ante mí, además de la convicción de que era un analfabestia.

Poco después me ofrecieron clases de Historia de España y aquí también tocó currar. Seamos sinceros, nos vamos decantando por nuestra especialidad y acuérdate tú ahora de los iberos que viste en primero de carrera y “nunca más”. Yo odiaba el siglo XIX, puñetero siglo en España. No por razones políticas o de otra índole: es muy complejo y cambiante, un horror para estudiar. Oye, pues “obligado” por las circunstancias, me ha terminado interesado muchísimo. Además, me permite estar reciclando conocimientos de manera permanente.

Un año después o así me dijeron “¿puedes dar taller de literatura?”- no confundir con taller de lectura o clase de literatura. Puse mi cara de “tipo duro” y sonriendo de manera socarrona dije “por supuesto”. Cinco minutos después corría realmente aterrado a una librería en busca de material con el que trabajar porque, sinceramente, no tenía ni maldita idea de todo aquello. Oye, pues ya llevamos unos años y “ni tan mal”. No soy ni de lejos Cortázar dando clase, pero nos defendemos con dignidad. Preparar las clases me ha hecho reflexionar sobre la tarea de redacción a la que todo historiador se ve obligado. Por supuesto el ensayo es muy distinto de la literatura, pero escribir bien es escribir bien.

Y estas son algunas de las clases que dado. También me he visto envuelto en clases de “Conocer Madrid” y no sé qué cosas más que no cuento para no alargarme demasiado. Entiendo que hacer lo que yo hice está al alcance de casi todos. Es cuestión de ganas de currar, tiempo, y saber buscarte la vidilla buscando información, para lo que la carrera es una escuela fantástica. No hace falta ser Braudel, cosa que ni persigo ni pretendo y, seamos sinceros, está muy pero que muy lejos de mis posibilidades. Reconozco que si eres muy tímido y te da pavor hablar en público es un hándicap importante, pero piensa que eres historiador y que tarde o temprano lo de hablar en público te va a tocar.
Plaza Mayor de Madrid. Punto de visita obligado para los cursos de Conocer Madrid. Fuente: designapartments.es
Es obvio que todo esto tiene su “reverso tenebroso”, ganas en perspectiva pero pierdes en profundidad como no te andes con cuidado. Buscar el equilibrio sería lo adecuado, pero qué difícil es eso. Soy muy consciente de mis limitaciones y fortalezas. No soy, en lenguaje ciclista, el mejor contrarrelojista o sprinter o llaneador, pero me defiendo dignamente en todas las especialidades.

Aquí debes hacer un trabajo personal de conocerte a ti mismo y analizar tus pros y contras. También debes analizar tus lagunas en Arte, Historia, Filosofía o Literatura, canónicamente las conocidas como “ciencias auxiliares” y ver qué te puede servir para enriquecer tu discurso histórico. Por cierto, eso de ciencias auxiliares también daría para mucho. Siempre me ha parecido curioso…

En definitiva, siempre seremos aprendices, siempre habrá algo por estudiar y, parafraseando a Gladiator, si un día vais por la vida y no tenéis curiosidad, “no os preocupéis. Estaréis en el Elíseo, porque ya habréis muerto." Froome no termina de entender esta frase…

Un saludo a todos.

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