Perdidos en la Biblioteca de Babel
De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas.
La biblioteca de Babel, Jorge Luis Borges
Todos los lectores de Borges hemos visto el evidente paralelismo entre la Biblioteca de Babel de su libro Ficciones, escrito en los años 40 del siglo XX, y nuestra moderna red de redes, Internet. En ambos repositorios se encuentra una cantidad de datos ingente, infinita a efectos prácticos para nosotros, simples mortales. Por cierto, que el concepto expuesto por el genial argentino no era nuevo (ni Borges lo expuso así), tal como podemos ver aquí.
Sin embargo, vean que uso el término datos, y no información; en términos de tecnologías de la información y las comunicaciones, es decir, mi sector profesional, se establece el paradigma datos → información → conocimiento → sabiduría, siendo este último e ideal estado el objetivo en cualquier escenario. Todo aquel dato que no me aporta información (es decir, es relevante para mí), podemos llegar a considerarlo simple ruido.
Como ya saben los habituales de este blog, hace mucho que hablo de que ha habido tres revoluciones en el acceso a la información; la primera, la propia invención de la escritura. La segunda, la invención de la imprenta de tipos móviles por Gutenberg. Y la última, la digitalización de la información, revolución en la que nos encontramos inmersos, y de la que aún desconocemos el alcance real. Pero uno de sus efectos evidentes es que el volumen de datos a nuestro alcance es varios órdenes de magnitud mayor que hace apenas un par de décadas.
Hay que buscar caminos que no hayan sido transitados antes
La biblioteca imaginada por Borges (La piedra de Sísifo) |
Para ayudarnos a localizar datos en tal maremagnum contamos con distintos buscadores; evidentemente están Google, Bing, Yahoo, etc. Pero también están los propios de algunas páginas, como Facebook y su opción de noticias, y, por supuesto, el de Amazon, cuyo valor real como empresa es precisamente ese buscador destinado a hacernos recomendaciones basadas en compras previas.
La cuestión es que estos buscadores acaban funcionando de manera muy sesgada, ya que mostrarán opciones que están en nuestra zona de confort, dejando fuera todo aquello que consideran no relevante para nosotros. Es lo que se llama la "burbuja de filtros"; para que lo entienda mejor, recupero este vídeo, que ya les enlacé en su momento, donde Eli Pariser se lo explica perfectamente:
La cuestión es que estos buscadores acaban funcionando de manera muy sesgada, ya que mostrarán opciones que están en nuestra zona de confort, dejando fuera todo aquello que consideran no relevante para nosotros. Es lo que se llama la "burbuja de filtros"; para que lo entienda mejor, recupero este vídeo, que ya les enlacé en su momento, donde Eli Pariser se lo explica perfectamente:
O sea, que los algoritmos, por su propia forma de trabajar, acaban mostrándonos sólo una parte de la información disponible (o al menos mostrándonosla la primera). O dicho de otra manera, con el tiempo aprenden sobre nosotros y tienden a mostrarnos las noticias procedentes de fuentes acordes con nuestra tendencia política, a recomendarnos libros de autores y temáticas similares a aquellos que ya hemos adquirido, y a recomendarnos viajes a lugares con un aire a aquellos que ya conocemos.
Sin embargo, ¿acaso es nuevo este escenario? Veamos este párrafo:
La capacidad que tenemos la mayoría de seguir el hilo en un galimatías de sucesos es muy limitada. Luchamos por mantener un equilibrio en medio de mil impresiones y de comprender nuestro mundo por eliminación cuando se vuelve imposible hacerlo por síntesis. Por eso los medios de comunicación pueden persuadirnos de tener una opinión opuesta a la que teníamos hace unos años, sin que nos demos cuenta.
¿Cuando dirían que está escrito? Pásmense. Pertenece al libro Guerreros: Reflexiones del hombre en la batalla, de J. Glenn Gray, y está escrito en 1959. Época en la que Internet era el equivalente a un sueño perturbado de media docena de personas, y todo el mundo se informaba a través de la radio, el periódico y la televisión, que en aquel entonces pugnaba por la corona de los mass media.
Así pues, lo que hemos cambiado realmente es el nombre del dueño del algoritmo. Anteriormente quienes sesgaban nuestro acceso a la cultura y la información, y, por tanto, a nuestra forma de pensar, eran los de siempre: el estado y la iglesia. Hasta el nacimiento de los medios de comunicación modernos lo tenían relativamente fácil, porque ni toda la población estaba alfabetizada, ni había tanta información que controlar, al menos en términos comparativos.
Ahora son las grandes compañías de Internet quienes pueden ejercer ese control de la información, y lo que han hecho es automatizar el proceso ante la ingente cantidad de datos disponibles. Los apocalípticos tecnológicos hablan de este "efecto burbuja" como si se tratase del ébola, y evidentemente, yo no defiendo que este sesgo sea bueno o deseable, pero es que siempre hemos vivido en esa especie de campo de fuerza construido en torno nuestro.
Buscad leyendo y hallaréis meditando
¿Acaso nuestros abuelos, en los años 60, al ir a la tienda de discos, iban a comprar el último disco de los Rolling Stones? Posiblemente ni supieran quienes eran, o les sonaba vagamente a eso que escuchaban sus hijos (o sea, nuestros padres); iban a la sección de zarzuela, y en caso de dudas con la versión le preguntaban al dependiente; que yo sepa entonces Amazon no existía, pero el "mecanismo" daba el mismo resultado.
Del mismo modo (en España al menos a partir de la llegada de la democracia), siempre compraban el mismo periódico, en función de su escuela de pensamiento político, y por aquel entonces no existían Google ni Facebook. Si hoy día cambia el gobierno y con él las tendencias de la televisión pública, si no nos gusta como tratan las noticias nos vamos a otra cadena privada acorde a lo que queremos escuchar.
Ahora son las grandes compañías de Internet quienes pueden ejercer ese control de la información, y lo que han hecho es automatizar el proceso ante la ingente cantidad de datos disponibles. Los apocalípticos tecnológicos hablan de este "efecto burbuja" como si se tratase del ébola, y evidentemente, yo no defiendo que este sesgo sea bueno o deseable, pero es que siempre hemos vivido en esa especie de campo de fuerza construido en torno nuestro.
Deberíamos optar por que esas burbujas vayan siendo cada vez más grandes (Youtube) |
¿Acaso nuestros abuelos, en los años 60, al ir a la tienda de discos, iban a comprar el último disco de los Rolling Stones? Posiblemente ni supieran quienes eran, o les sonaba vagamente a eso que escuchaban sus hijos (o sea, nuestros padres); iban a la sección de zarzuela, y en caso de dudas con la versión le preguntaban al dependiente; que yo sepa entonces Amazon no existía, pero el "mecanismo" daba el mismo resultado.
Podrán decir ustedes que con esos algoritmos nos pueden manipular, además de manera bastante sutil. No se lo niego, pero, además de leer el párrafo de arriba de J. Glenn Gray, les recomiendo la película La cortina de humo. Narra, en una ficción de lo más creíble, como, para tapar un escándalo sexual del presidente de EEUU, literalmente se inventan una guerra en las noticias. Sobre todo nos deja la impresión de que nos han colado goles como ese más de una vez, y más de dos. La película es de un año antes de que naciera Google, así que esta sensación ya existía hace 20 años.
Entonces, ¿a qué tanto revuelo? Pues a que estamos perdiendo la oportunidad de cambiar las reglas del juego; por primera vez en la historia esta limitación puede ser corregida, al menos sin necesidad de tomar la Bastilla. Tenemos una cantidad ingente de información al alcance de los dedos, pero debemos ser conscientes de las nuevas reglas para evitar viejos errores. De hecho, las compañías deberían mejorar sus algoritmos para evitar este efecto burbuja, especialmente si comenzamos a denunciarlo, a solicitarlo y a buscar alternativas. O, directamente, que algún buscador cuyo valor diferencial sea la ausencia de "efecto burbuja" empiece a tomar fuerza en el mercado...
Entonces, ¿a qué tanto revuelo? Pues a que estamos perdiendo la oportunidad de cambiar las reglas del juego; por primera vez en la historia esta limitación puede ser corregida, al menos sin necesidad de tomar la Bastilla. Tenemos una cantidad ingente de información al alcance de los dedos, pero debemos ser conscientes de las nuevas reglas para evitar viejos errores. De hecho, las compañías deberían mejorar sus algoritmos para evitar este efecto burbuja, especialmente si comenzamos a denunciarlo, a solicitarlo y a buscar alternativas. O, directamente, que algún buscador cuyo valor diferencial sea la ausencia de "efecto burbuja" empiece a tomar fuerza en el mercado...
Además, que en este caso podemos salir aposta de nuestra zona de confort. Podemos modificar nuestras búsquedas para forzar a los buscadores a mostrarnos otros resultados distintos; el mero hecho de que entremos todos los días en distintos periódicos online, aunque alguno apenas lo miremos, ya debería ayudar a corregir esta tendencia. De hecho, alguien con una curiosidad natural sobre muchos temas y puntos de vistas seguramente apenas sufra el efecto de estas "burbujas".
Y siempre queda además la opción de romper la baraja: si no me gusta el algoritmo de Amazon, aunque sólo sea porque sé de su sesgo, me voy a la librería del barrio y le pregunto a mi librero de cabecera. ¿No?
Y siempre queda además la opción de romper la baraja: si no me gusta el algoritmo de Amazon, aunque sólo sea porque sé de su sesgo, me voy a la librería del barrio y le pregunto a mi librero de cabecera. ¿No?
Rompiendo la burbuja (dontbubble.us) |
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