De la oscuridad de la cueva al brillo del celuloide: la Historia detrás de "Altamira" (2016)

Cartel promocional (seriesonday)
A principios de este año, RTVE nos sorprendía a muchos con la noticia del próximo lanzamiento de una película sobre la historia del descubrimiento de las cuevas de Altamira, hogar de los célebres bisontes prehistóricos y poéticamente bautizada como la Capilla Sixtina del arte cuaternario.

La espera por fin ha concluido: Altamira se estrena en cines mañana viernes 1 de abril, producida por Morena Films, con participación de la cadena pública y dirigida por el británico Hugh Hudson (Carros de Fuego). Contará también con un reparto internacional con Antonio Banderas a la cabeza conformado entre otros por Irene Escolar, Rupert Everett, Tristán Ulloa, Clément Sibony, Golshifteh Farahani y Allegra Allen.

La propuesta del filme, a priori, nos parece de lo más atractiva. Una excelente oportunidad para dar a conocer al gran público cómo fueron los inicios de la Prehistoria como disciplina científica y el papel de una España que se encontró en el mismo centro del debate. No obstante, el tráiler publicado hasta la fecha da a entender que el relato girará de forma muy significativa en torno a los tira y afloja entre ciencia y religión, tema muy recurrente en el cine en los tiempos que corren y ya tocado con desigual fortuna en películas como El médico (2013). La historia, como os mostraremos en las siguientes líneas, resulta siempre bastante más compleja, por lo que esperamos que la película no caiga (del todo) en un maniqueísmo barato.


De modo que por nuestra parte dejamos pendiente para este fin de semana el acudir a los cines, aprovechando hoy para desvelaros las principales claves históricas que Altamira posiblemente tocará (o no). Como siempre, podéis dejarnos por aquí o las redes sociales vuestros comentarios u opiniones al respecto.

- EL PROTAGONISTA, MARCELINO SANZ DE SAUTUOLA (1831-1888)
La verdadera revelación del arte primitivo se debe a un español modestísimo, al caballero montañés don Marcelino Sanz de Santuola, persona muy culta y aficionada a los buenos estudios, pero que, seguramente, no pudo adivinar nunca que su nombre llegaría a hacerse inmortal en los anales de la Prehistoria.
Marcelino Menéndez Pelayo (erudito e historiador).
Marcelino Sanz de Sautuola (Gibralfaro)
Marcelino Sanz de Sautuola (1831-1888) fue miembro de la burguesía comercial santanderina, arqueólogo aficionado y tatarabuelo de la actual presidenta del Banco Santander. Desde muy joven había mostrado un gran interés hacia el estudio de las ciencias naturales, los cultivos agrícolas y la arboricultura. A él se debe, por ejemplo, la plantación del primer eucalipto en la capital cántabra en 1863.

Fruto de esta inquietud, viajó en febrero de 1878 junto a otros montañeses a la Exposición Universal de París, donde presentaría una muestra de productos regionales del campo tales como judías, castañas, nueces, maíz o trigo de la tierra. Aprovechó así mismo el viaje para visitar el pabellón de Ciencias Antropológicas, donde pudo contemplar numerosos fósiles y tallas de sílex semejantes a las que él mismo había hallado en ocasiones durante sus paseos por el monte. Estimulado por lo que allí vio, a su vuelta a España comenzó a explorar cuevas próximas a Santander y a sus tierras de Puente San Miguel en sus ratos de ocio. 

No obstante, el hallazgo de la cueva de Altamira fue una década anterior y no se debió a Sautuola sino a uno de sus aparceros, Modesto Cubillas (o Cobielles) oriundo del pueblo asturiano de Celorio. Así, en 1868 Cubillas se encontraba cazando por el monte con su perro y, siguiendo el rastro de una res, dio con una cueva oculta por la maleza en las cercanías de Santillana del Mar. Consciente de encontrarse ante algo especial, Cubillas partió presto a dar parte al señor de Puente San Miguel. Pero no fue hasta varios años más tarde, en 1875, cuando Sautuola se decidió a investigar el lugar descrito por nuestro campesino

En aquella ocasión se contentó con recoger huesos, conchas y otros objetos a la entrada de la cueva. Cuatro años más hubieron de pasar para que Sautuola, con una perspectiva renovada gracias a las maravillas contempladas en París, volviera a Altamira decidido a emprender sus propios trabajos sobre aquellas cuevas. En 1879 se produjo su segunda visita a la cueva donde, acompañado por su hija María Justina, Sautuola dio al fin con los maravillosos bisontes prehistóricos

- DEBATES A FAVOR Y EN CONTRA DE LA AUTENTICIDAD DEL HALLAZGO

El libro publicado por Sanz de Sautuola en 1880 (Nómada)
A pesar de no ser un profesional de la arqueología, Sanz de Sautuola llevó a cabo un meticuloso estudio de su descubrimiento, que publicó en 1880 con el título de Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander. También envió una copia de las pinturas a la Sociedad Española de Historia Natural, atribuyéndolas a la época paleolítica.

A la altura de 1878 la Prehistoria como disciplina académica estaba aún en mantillas. El hallazgo suscitó un fuerte debate entre arqueólogos y especialistas de la época, pues aunque se conocía que los humanos prehistóricos construían herramientas con piedras y huesos, lo cierto es que a su vez no se les creía capaces de llevar a cabo semejante, por detallada, obra figurativa. Desde aquel mismo momento planeó sobre Sautuola la sospecha de ser un falsificador y de haber encargado pintar él mismo las cuevas, una acusación de origen local que se mantuvo durante décadas.

Cartailhac y Sautuola, cara a cara (RTVE)
El descubrimiento de Altamira posicionó en contra, entre otros, a varios arqueólogos de la comunidad científica evolucionista francesa como Émile Cartailhac, ídolo personal de Sautuola y máxima autoridad del momento, que le desautorizó públicamente en el IX Congreso Internacional de Antropología y Arqueología celebrado en Lisboa en 1880. 

Como se ha dicho, para los evolucionistas resultaba inconcebible que en la “infancia” del arte aparecieran ya aquellos bisontes, ciervos y caballos tan magistralmente ejecutados. Incluso la Institución Libre de Enseñanza, defensora de las tesis evolucionistas, apuntó a que las pinturas fueron hechas por soldados romanos con lo que, tras explorar la cueva por encargo de su director Francisco Giner de los Ríos, acabaron datando las pinturas entre el siglo I a.C y mediados del siglo I d.C.

Fotografía de Juan Vilanova, 1880 (UV-CSIC)
Otros expertos patrios como Juan Vilanova i Piera y Miguel Rodríguez apoyaron al cántabro, incluyendo un artículo dedicado a Altamira en su Ilustración Española y Americana del mismo año. Sorprendente a nuestros ojos resulta especialmente al caso del primero. Médico, geólogo y prehistoriador valenciano de renombre, Vilanova fue el principal látigo del darwinismo en España, dirigiendo su ambición a demostrar con el método científico la veracidad del relato bíblico

Desde su postura creacionista, la perfección de las pinturas de Altamira demostraba el fracaso del evolucionismo, ya que tamaña sofisticación no podía ser obra de un “antepasado brutal”. Las pinturas suponían entonces para los antidarwinistas una prueba de que el ser humano como especie no había evolucionado desde la Creación. Por su parte, la Iglesia católica más conservadora seguía negándose a admitir que la antigüedad máxima del hombre sobrepasara en ningún caso los 5.000 años.

- 137 AÑOS DESPUÉS... ALTAMIRA HOY

Marcelino Sanz de Sautuola nunca vio reconocido su descubrimiento en vida y, de hecho, cerca de siglo y medio después, aún sigue siendo una figura relativamente desconocida para el gran público. El descubrimiento en 1895 de la cueva de La Mouthe, junto a otros que habían venido salpicando Francia durante toda aquella década, obligaron por fin a Cartailhac a redactar su famosa carta pública “Les cavernes ornées de dessins. La grotte d'Altamira, Espagne. Mea Culpa d'un sceptique”, donde ya en 1902 (es decir, 14 años después de la muerte de Sautuola) la envergadura del hallazgo fue reconocida internacionalmente y el honor de su promotor restituido.

Cartailhac, E. & Breuil, H. (1906): «La caverne d'Altamira à Santillane, près Santander (Espagne)» (Wikipedia)
Se entabló entonces una lucha de competencias entre los prehistoriadores franceses y españoles por estudiar las cuevas, adelantándose Le Ministère de Instruction Publique al enviar a Santander a especialistas de primera línea como el abate Henri Breuil o el propio Cartailhac. Simultáneamente surge también una polémica detalladamente recogida en los medios de comunicación del momento en torno a la titularidad de Altamira, una vez que en Francia había sido el Estado el que se había hecho cargo de las nuevas cuevas descubiertas. Pero el dinero no llegaba, a pesar de las reiteradas peticiones de la prensa nacional, la Diputación de Santander o hasta la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
 
De modo que a la altura de 1910 el Ayuntamiento de Santillana del Mar se dispuso a crear una Junta de Conservación y Defensa y, ante la falta de medios económicos, emitió un “Boletín de Suscripción”. Unos años más tarde, en 1917, el consistorio nombró un guía para la cueva y dio una serie de normas a tener en cuenta durante las visitas. En los años veinte, por tanto, va a resultar decisivo el interés mostrado por la Corona en la figura del rey Alfonso XIII, así como el mecenazgo del Duque de Alba. Una de las primeras medidas fue la de declarar Altamira Monumento Arquitectónico-Artístico en 1924.

Desde entonces el número de visitantes no dejó de crecer año tras año, hasta el punto de que a finales de los años setenta se hizo imprescindible restringir el acceso y adoptar un estricto programa de conservación. La creación del Museo de Altamira, dependiente del Ministerio de Cultura de España, y su inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial por la UNESCO confirieron el máximo marco de protección a este Bien de Interés Cultural de la Humanidad.

La cueva ha permanecido cerrada desde 2002 (tras abrirse la réplica de la Neocueva) hasta fechas muy recientes, rodeada de intensos debates entre políticos y especialistas sobre la idoneidad o no de su apertura.

(Blog Mujeres con Ciencia)
 FUENTES PARA LA ENTRADA:
  • José Calvo Poyato (2015). Altamira. Historia de una polémica. Barcelona: Estella Maris.
  • Carmen de las Heras y José Antonio Lasheras (1997). “La cueva de Altamira. Historia de un monumento,” en La cristalización del pasado: génesis y desarrollo del marco institucional de la arqueología en España (pp. 359-368). CSIC-Universidad de Málaga.
  • Juan A. Gómez-Barrera (2006). “Prensa y Arte rupestre. Los medios de comunicación social y su papel en el conocimiento, difusión y protección del arte rupestre.” Cuadernos de Arte Rupestre 3: pp. 11-58.
  • Benito Madariaga de la Campa (2000). Sanz de Sautuola y el descubrimiento de Altamira. Consideraciones sobre las pinturas. Santander: Fundación Marcelino Botín.

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