Viajes con Historia: York, la reina del norte
¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
Uno de los viajes que he hecho este verano ha sido a la inglesa ciudad de York, que, a la la rica historia que atesora, añade en los últimos años la curiosidad de haber servido de inspiración a la novela río Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, y su versión televisiva, Juego de Tronos.
Ricardo III, 5.º acto, escena IV. William Shakespeare
La rosa blanca de York |
¿Por qué digo esto? Porque, puesto que el autor se inspiró en la guerra de las dos rosas para crear parte de su obra, podemos decir que la ciudad de York inspiró la de Invernalia, o Winterfell, aunque no por el clima. Recordemos que en las guerras civiles inglesas del siglo XV se enfrentaron la casa de Lancaster (nombre muy parecido a Lannister) y la casa de York (que se correspondería con la casa Stark).
Más al norte se encuentra el muro de Adriano, construcción de origen romano, que, si bien no es de hielo, estaba destinada a contener las invasiones de los bárbaros más allá del mismo... en este caso, pictos y escotos. Vamos, que pistas hay; por cierto, aquí tienen información sobre las tácticas bélicas descritas en los libros, equivalentes a las de la citada guerra.
Aunque otra analogía que yo veo bastante evidente es considerar que la ciudad de York es, en Inglaterra, equivalente a la española de León. ¿Y por qué? Porque ambas fueron fundadas como campamentos romanos, ambas fueron la capital de un importante reino medieval, han sido un importante cruce de los caminos que conducen al norte y ambas ofrecen al visitante una bellísima catedral gótica de impresionantes vidrieras.
York fue fundada como Eboracum en el 71 d.C., siendo tras Londinium la principal ciudad de la Britania romana. En el 306 vió la proclamación de Constantino el Grande como emperador, tras la muerte de su padre Constancio combatiendo a los pictos. De esa época se conserva parte de la muralla, que, al igual que otras de la época en Britania, luce una línea roja cuya función no está clara, aunque varios arquitectos me han ofrecido diversas hipótesis. Lógicamente, se han encontrado muchísimos restos arqueológicos de la época romana en la ciudad.
Tras la caída del imperio de Occidente (en la época del mítico rey Arturo, que se situaría en la zona de Gales) llegaron los "años oscuros", donde la ciudad pasó a llamarse Eoferwic y se constituyó como la capital del reino anglo de Northumbria. En esa época se construyó el primer minster, de madera. El término es una deformación de la palabra monasterium, y hace alusión a los templos importantes construidos durante el periodo anglosajón, conservándose hasta nuestros días.
En el 866 la ciudad fue capturada por los vikingos, conociéndose entonces como Jórvik (puerto de los caudillos), de donde deriva el nombre actual. Durante esa época fue un importante enclave comercial, pues su puerto fluvial le permitía la salida al mar del Norte.
El último rey vikingo independiente fue derrotado en el 954, y la ciudad pasó un siglo muy convulso hasta la conquista de la ciudad por Harald III de Noruega el 20 de septiembre de 1066... quien fue derrotado 5 días más tarde por Harald II en la cercana localidad de Stamford Bridge. A su vez fue vencido 3 semanas más tarde en Hastings por Guillermo el Conquistador, el cual asoló la ciudad de York tras una revuelta anglosajona.
La vieja iglesia quedó muy dañada por el fuego, y el obispo decidió comenzar la construcción de una nueva, que, lógicamente, era de estilo normando; sus restos pueden verse en la cripta de la catedral actual. Esta construcción sufrió diversas vicisitudes, hasta que en 1220 comenzó la construcción de la actual estructura gótica, convirtiendo York Minster en la auténtica joya de la corona de la ciudad.
La catedral fue finalizada en 1472, y destaca, además de su hermosa arquitectura y su colosal tamaño (la segunda más grande del norte de Europa, tras la de Colonia), por sus bellísimas vidrieras, y la sala capitular. Dicha sala, de forma octogonal, tiene vidrieras en 7 de sus lados, y se corona con un techo de madera sin columnas internas.
Aunque en épocas más recientes ha sufrido varios incendios, se han hecho las correspondientes restauraciones. De hecho, está en curso, con afán de finalizarse en 2016, la de parte de las vidrieras, devolviendo a la vida los bellos colores con los que fueron construidas.
Otro enclave de carácter religioso en la ciudad es la abadía de Santa María, actualmente en ruinas. En su momento un importante monasterio benedictino del siglo XI, fue abandonado en 1539 durante el reinado de Enrique VIII, tras el cisma de la iglesia anglicana y la disolución de los monasterios decretada por el rey.
Puesto que está situada en un parque sobre el típico césped inglés, junto a un cementerio y con diversos sarcófagos de piedra cerca de su cabecera, no me negarán que sólo falta un alma en pena, con sudario y cadenas, para terminar de completar una escena propia de una buena novela gótica decimonónica.
¿Algún sitio más? Claro: la torre Clifford, los tramos de muralla y las puertas de la misma que aun resisten, The Shambles (una calle comercial con edificios del siglo XIV, aunque la propia calle ya fue mencionada en el libro de Winchester, allá por el 1086), la exposición Jorvik sobre el pasado vikingo de la ciudad, y un montón de pequeños rincones por el centro de la ciudad, incluyendo una pastelería como Bettys, abierta en 1919, donde hacen unas galletas riquísimas. Pasan a sangre directamente debido a su 30% de mantequilla, pero les aseguro que merecen la pena. Además, la condición de ciudad universitaria hace que haya bastante vidilla, además de la que le da el turismo.
Además de antigüedades hay otras cosas que ver en la ciudad. El museo del ferrocarril (National Railway Museum) recoge una bonita colección de trenes (como corresponde el país que inventó los mismos), desde una réplica del Rocket de Stephenson hasta el tren bala japonés... pero yo destacaría esas bellas máquinas de vapor de finales del XIX y principios del XX, magníficas bestias mitológicas de aliento ardiente que, avanzando entre brumas y con puntualidad británica, transportaban en sus vientres intrépidos viajeros, variadas mercancías y miles de sueños. Me estoy poniendo poético... debe ser por otra de las cosas que visitar en la ciudad: sus pubs, donde degustar una extensa panoplia de ales, muchas de ellas de producción local.
Con la foto de una de las locomotoras que arrastraba el vagón en que viajaba la reina Victoria a Edimburgo (otra de las joyas del norte de la isla, de la cual ya les hablé), me despido de momento. Prometo más cuando vuelva por esas tierras, que últimamente visito con relativa frecuencia.
Más al norte se encuentra el muro de Adriano, construcción de origen romano, que, si bien no es de hielo, estaba destinada a contener las invasiones de los bárbaros más allá del mismo... en este caso, pictos y escotos. Vamos, que pistas hay; por cierto, aquí tienen información sobre las tácticas bélicas descritas en los libros, equivalentes a las de la citada guerra.
Estatua de Constantino el Grande
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York fue fundada como Eboracum en el 71 d.C., siendo tras Londinium la principal ciudad de la Britania romana. En el 306 vió la proclamación de Constantino el Grande como emperador, tras la muerte de su padre Constancio combatiendo a los pictos. De esa época se conserva parte de la muralla, que, al igual que otras de la época en Britania, luce una línea roja cuya función no está clara, aunque varios arquitectos me han ofrecido diversas hipótesis. Lógicamente, se han encontrado muchísimos restos arqueológicos de la época romana en la ciudad.
Sección de la muralla romana de York, con sarcófagos de la época |
Fachada de York Minster |
En el 866 la ciudad fue capturada por los vikingos, conociéndose entonces como Jórvik (puerto de los caudillos), de donde deriva el nombre actual. Durante esa época fue un importante enclave comercial, pues su puerto fluvial le permitía la salida al mar del Norte.
El último rey vikingo independiente fue derrotado en el 954, y la ciudad pasó un siglo muy convulso hasta la conquista de la ciudad por Harald III de Noruega el 20 de septiembre de 1066... quien fue derrotado 5 días más tarde por Harald II en la cercana localidad de Stamford Bridge. A su vez fue vencido 3 semanas más tarde en Hastings por Guillermo el Conquistador, el cual asoló la ciudad de York tras una revuelta anglosajona.
Interior de York Minster |
La catedral fue finalizada en 1472, y destaca, además de su hermosa arquitectura y su colosal tamaño (la segunda más grande del norte de Europa, tras la de Colonia), por sus bellísimas vidrieras, y la sala capitular. Dicha sala, de forma octogonal, tiene vidrieras en 7 de sus lados, y se corona con un techo de madera sin columnas internas.
Aunque en épocas más recientes ha sufrido varios incendios, se han hecho las correspondientes restauraciones. De hecho, está en curso, con afán de finalizarse en 2016, la de parte de las vidrieras, devolviendo a la vida los bellos colores con los que fueron construidas.
Interior de la sala capitular |
Puesto que está situada en un parque sobre el típico césped inglés, junto a un cementerio y con diversos sarcófagos de piedra cerca de su cabecera, no me negarán que sólo falta un alma en pena, con sudario y cadenas, para terminar de completar una escena propia de una buena novela gótica decimonónica.
Ruinas de la abadía de Santa María |
Edificio del centro de York |
Además de antigüedades hay otras cosas que ver en la ciudad. El museo del ferrocarril (National Railway Museum) recoge una bonita colección de trenes (como corresponde el país que inventó los mismos), desde una réplica del Rocket de Stephenson hasta el tren bala japonés... pero yo destacaría esas bellas máquinas de vapor de finales del XIX y principios del XX, magníficas bestias mitológicas de aliento ardiente que, avanzando entre brumas y con puntualidad británica, transportaban en sus vientres intrépidos viajeros, variadas mercancías y miles de sueños. Me estoy poniendo poético... debe ser por otra de las cosas que visitar en la ciudad: sus pubs, donde degustar una extensa panoplia de ales, muchas de ellas de producción local.
Con la foto de una de las locomotoras que arrastraba el vagón en que viajaba la reina Victoria a Edimburgo (otra de las joyas del norte de la isla, de la cual ya les hablé), me despido de momento. Prometo más cuando vuelva por esas tierras, que últimamente visito con relativa frecuencia.
Vagón de la reina Victoria, y una de las locomotoras del modelo que solía arrastrarlo, en el National Railway Museum |
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