¿Cómo seleccionar un buen dispositivo electrónico?
Algún
día en los libros de contabilidad habrá una línea que ponga “Información”, ya
que normalmente ésta es más valiosa que el hardware que la procesa.
Cuídense, y vayan con su deidad favorita.
Juan.
Grace
Murray Hopper (pionera de la informática)
Como pueden comprobar, la frase de hoy es algo ingenua, pero no por ello
menos cierta en el fondo. Por si no lo conocen ya, hay un adagio que dice que hardware (HW) es la parte que puedes
patear, y software (SW) la que solo puedes maldecir; yendo
un poco más allá con esta premisa, el HW es la parte que puede que te dé pocos
problemas… normalmente solo te dará uno y definitivo, mientras que la parte SW
te dará más problemas pero normalmente solubles con un poco de paciencia. Ya
que estamos, aunque no es el cometido del artículo de hoy, les recomiendo que
en caso de apuros con el SW sigan este
sencillo esquema. En todo caso, no llamen a gente como el impagable Wardog hasta no estar seguros de que es un problema ;)
Bueno, al grano. Hoy me voy a salir un tanto de la línea editorial de este nuestro blog, en el sentido de que no voy a centrarme en criterios adecuados para estudiantes de historia; lo que quiero compartir con ustedes son algunos
criterios sencillos, aplicables a todo el mundo (pero claro, sobre todo a aquellos con menos experiencia con el cacharreo) a la hora de comprar un dispositivo electrónico, o hacerse
con un SW adecuado. Lo que han de tener en cuenta es la filosofía de la frase
inicial: lo que cuenta es nuestra información, el uso que le vamos a dar, lo
que nos soluciona, no el dispositivo en sí. Tengan en cuenta además que no
tengo intención de hacer publicidad, más que nada porque las marcas
correspondientes no me pagan ni un duro, con lo cual no voy a decirles “compren
este dispositivo”; lo que pretendo es indicarles en qué han de fijarse para
realizar una compra adecuada, sin despilfarrar el dinero. Si disponen de fondos
de sobra o encuentran alguna buena oferta esto les servirá solo como
culturilla, pero creo que no es el caso del común de los mortales.
En Top Gear tienen claros sus criterios para los coches; cuestión de saber extrapolar, locuras aparte. Imagen extraída de aquí. |
Permítanme, por favor, la frivolidad, pero aquellos que sean asiduos del genial programa Top Gear se pondrán en situación rápidamente y sabrán hacer una extrapolación rápida de lo que quiero decir; no suele ser razonable comprar un Lamborghini Gallardo para ir y volver del trabajo, y sigo sin entender la manía de la gente de comprar todoterrenos del tamaño y consumo de un triceratops adulto que solo circulan por ciudad y el campo lo ven en postales. La cosa es que con dispositivos como teléfonos móviles, ordenadores, televisiones, reproductores MP3 y similares la gente hace cosas equiparables continuamente. Al menos aquí no vamos a hacer explotar nada, que los Ferrari 458 Italia van algo caros...
Para empezar, repitan 50 veces en voz alta: “primero funcionalidad, luego estética”. ¿Ya lo han repetido 50 veces? Pues por favor, otra vez. ¿Ya está? ¿Han interiorizado el mensaje? ¿Seguro? Que luego me dirán que prefieren comprar el modelo B sólo porque lo tienen con la carcasa en rosa. Por si acaso, repítanlo de nuevo otras 50 veces. Venga... que yo les vea.
Para empezar, repitan 50 veces en voz alta: “primero funcionalidad, luego estética”. ¿Ya lo han repetido 50 veces? Pues por favor, otra vez. ¿Ya está? ¿Han interiorizado el mensaje? ¿Seguro? Que luego me dirán que prefieren comprar el modelo B sólo porque lo tienen con la carcasa en rosa. Por si acaso, repítanlo de nuevo otras 50 veces. Venga... que yo les vea.
Bien, pues una vez interiorizada esta premisa, que es aplicable a distintos
niveles del proceso, lo primero de todo es preguntarse: ¿qué es lo que pretendo hacer con este aparato o programa? Es
básico tener esto claro. Si quiero un teléfono móvil sólo para hablar y enviar
mensajes, resultará ridículo comprarse el último smartphone en el mercado, que hace hasta palomitas de colores con
la correspondiente aplicación de pago. Es un pecado muy habitual comprarse “el
más grande que haiga” y tirar el
dinero; como dato, les diré que se estima que el 80% de los usuarios no usan el
80% de las funcionalidades de sus teléfonos móviles de última generación. En la
mayor parte de casos, seguramente, porque no saben usarlas o porque ni saben
que existen; de hecho, la última versión de Microsoft
Office ha incorporado The Ribbon (la
nueva distribución de menús) porque los usuarios solicitaban funciones que
llevaban años disponibles, pero que no localizaban.
Igualmente, si van a comprarse una nueva televisión y no ven más que el
telediario o Los Simpson, creo que es
también tirar el dinero comprarse una televisión de 50 pulgadas con alta
definición, 3D y sonido envolvente. No digamos ya casos próximos que conozco, donde
un equipo Home Cinema ha pasado en
cosa de un año a ser “ese mueble donde sale Pocoyó”
cuando aparece un nuevo miembro en la familia. Si la quieren sobre todo para
ver películas a través de plataformas de pago por visión con emisión en HD o en
BlueRay, sí resulta coherente
realizar esta inversión. Lo normal es que me digan que hacen un poco de todo;
vale, pues aquí llegamos a la segunda pregunta: ¿cuál es la tarea que más voy a realizar con este aparato o programa? Una
vez tengamos claro esto, tendemos mucho camino andado, pues debemos priorizar la tarea que va a consumir
más tiempo o recursos. Si el 80% del tiempo voy a usar el reproductor MP3 para
escuchar la radio, las capacidades que tenga para reproducir video o configurar
las listas de reproducción de audio serán totalmente secundarias.
Bien, ahora que tenemos claras las premisas de partida, es cuando podemos
empezar a pensar en parámetros más concretos. Y aquí es cuando toca leerse las especificaciones. Sí, eso
mismo. El ingeniero que ha diseñado el aparato ya se lo conoce de memoria, y
escribir un manual es un auténtico peñazo. Además de ser casi un arte y una gran fuente
de imagen positiva para algunas empresas que tienen esto en cuenta, por otra
parte. Así que a leérselas en la caja o en Internet, no me sean vagos. Con eso
podremos aclarar un montón de dudas. Por ejemplo, si yo voy a usar mi
reproductor de música mientras salgo a desbravar al monte, pues me interesará
que la batería tenga buena duración; si lo voy a usar una hora al día en lo que
voy y vengo del trabajo, pues la duración no nos preocupa mucho. Leyendo las
especificaciones podremos saber cual es el tiempo estimado de duración de las
baterías y discriminar algunos modelos frente a otros. Si alguna no la terminan
de entender, pregunten, y de paso, aprenderán para la próxima; que no les dé
miedo.
Entrañable cacharrete electrónico. Imagen extraída de http://micro-thoughts.blogspot.com.es |
Por otra parte, leernos esto nos ayudará a dimensionar. Esto, además de hacer ver al vendedor que la nuestra
es una compra meditada y no nos vamos a llevar lo primero que nos ofrezca (lo
más caro, normalmente), nos ayudará a no despilfarrar recursos que nos afectan
a todos, como energía o embalajes. ¿Se han parado a pensar lo fácil que es
poner en letras rojas en la caja que el aparato en cuestión tiene chorrocientasmil
gigas de memoria? Pensemos por un momento; en formato MP3 a 256 Kbps, 1 minuto
de música ocupa aproximadamente 2 Mb. Esto quiere decir que en mi dispositivo
de 80 Gb de capacidad puedo meter unas 680 horas de música… es decir, casi un
mes entero. ¿De verdad necesito el dispositivo de 80 Gb para tener en modo repeat el último disco de Bisbal? ¿De
verdad necesito que mi libro electrónico (cuyo funcionamiento ya les explicamos aquí) tenga capacidad para meter la última
edición de la enciclopedia británica en 16 idiomas, incluyendo el patsuezu y el klingon? Aquí tengan en cuenta que
un carácter ocupa, en texto plano, 1 humilde byte; lo más normal es usar texto
enriquecido, pero para llevar media docena de novelas y 2 o 3 manuales no
precisamos demasiado. Y para trabajar en la biblioteca no nos hace falta por lo
general el último modelo de portátil de marca pijotera (sí, esa...), nos bastará casi
siempre con un notebook un poco
apañado.
La verdad es que a veces tener todo en cuenta es engorroso, y lo normal
será llegar a un compromiso.
Normalmente no se pueden tener todos los parámetros que me interesan a nivel
máximo en el mismo dispositivo, o al menos sin que se dispare el precio. En ese
caso, habrá que poner un ranking de
parámetros y decidir cuales son los más importantes en caso de conflicto. Y, no
nos engañemos, hay marcas con buena y merecida reputación que nos darán buen
resultado en casi cualquier caso, a veces por poco dinero más que otras menos
conocidas (ojo: a menudo menos conocidas a nivel general y punteras en campos
concretos). En todo caso, esto debería ser un criterio de desempate, no el
primordial: no vayan siempre de cabeza a por las marcas más conocidas, al menos
sin haber estudiado todas las opciones.
Finalmente, tengan en cuenta esta premisa adicional a la hora de informarse:
en Internet, fuera de los foros especializados, solo escribe críticas sobre
dispositivos la misma gente que escribe sobre operaciones médicas: aquella a la
que le ha ido mal. Recuerden que un
usuario descontento hace mucho más ruido que el satisfecho; hay muchos
estudios, pero se estima que la proporción ronda el 1:7. Con lo cual, intenten
también separar el grano de la paja.
Con esto, a grandes rasgos, ya tienen la base para que la compra de un
dispositivo se ajuste a lo que necesitamos. No caigan en el ibérico pecado de
la envidia o en el de aparentar, y se compren el último modelo de la marca de
moda porque es muy bonito, porque nos permite presumir o porque no conocemos
más alternativas. Eso si, recuerden siempre sellar la garantía, que de más de
un disgusto nos librará este sencillo gesto.
Por otra parte, con el software
las premisas vienen a ser similares; la principal diferencia con el HW es que
aquí nos interesa mucho que sea rápido y ligero (que no ocupe ni consuma mucha
memoria), y tengan en cuenta que aquí podemos encontrar infinidad de programas
gratuitos, o en modo prueba, para tomar la decisión de compra más adelante. Busquen
información en Internet; hay páginas especializadas, y las opiniones generales
suelen ser razonablemente fiables. Puede que un programa gratuito resuelva
nuestros problemas sin tocarnos el bolsillo, y sin impulsarnos a ponernos un
parche en el ojo y una pata de palo. Lo que sí es cierto es que hay programas
muy potentes (y gratuitos) que tienen una curva de aprendizaje algo dura, pero
ahí debemos hacernos la pregunta de qué nos compensa tanto en el corto como en
el largo plazo.
Para finalizar, les recomiendo que se vean el siguiente documental,
titulado “Obsolescencia programada” y emitido hace unos meses por La 2 de RTVE,
y saquen sus propias conclusiones.
Cuídense, y vayan con su deidad favorita.
Juan.
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